El undécimo aniversario de los atentados terroristas del 11S, los más graves en la historia de Estados Unidos, estuvo ayer dominado por los anuncios de que las autoridades cerrarán dos viejas heridas: la conclusión del museo y el aumento de la atención médica a los enfermos.

La ceremonia de recuerdo y homenaje a las 2.983 víctimas transcurrió de forma discreta y serena, con doscientas personas (en turnos de dos parejas) que leyeron los nombres de los fallecidos en orden alfabético.

La lectura se interrumpió en seis ocasiones (las horas exactas en que se estrellaron los aviones y en que se derrumbaron las dos torres neoyorquinas) y se extendió durante casi cuatro horas.

Entre los cientos de espectadores, muchos acudieron con fotografías de sus seres queridos desaparecidos o mensajes para ellos.

El escenario fue, de nuevo, el impresionante memorial presidido por dos piscinas con caídas de agua de diez metros en cuyo alrededor están grabados en bronce los nombres de las víctimas.

Otras ceremonias paralelas, mucho más breves, tuvieron lugar en distintos puntos de la ciudad (como comisarías de policía, cuarteles de bomberos, la Autoridad del Puerto de Nueva York, o la empresa Marsh&McLennan, que perdió a 295 trabajadores).

La cercana Bolsa de Wall Street guardó también un minuto de silencio antes del inicio de la sesión.

Al contrario que el año pasado, cuando se conmemoró el décimo aniversario de los atentados y asistieron el presidente estadounidense, Barack Obama, y su antecesor, George W. Bush, en esta ocasión no asisten políticos de primera fila.

Aún así, este aniversario volvió a traer un fuerte incremento de las medidas de seguridad y del despliegue de agentes de distintos cuerpos y de soldados en algunas zonas claves de la ciudad, como edificios oficiales importantes o estaciones de transporte público.

Obama, y su esposa, Michelle, guardaron ayer un minuto de silencio en la Casa Blanca a la hora exacta en la que el primer avión e estrelló contra la Torre Norte del World Trade Center.