COMO candidato a la presidencia del Cabildo, o la de Rivero a la del Gobierno de Canarias, o la de Rajoy al frente del PP. Presenta problemas. Y es que no es tan fácil, son muchos los matices y coinciden múltiples intereses, no siempre confesables. La sucesión es un proceso fundamental, estratégico y muy complejo no solo en el ámbito de la política, sino en cualquier organización y con especial trascendencia en el mundo de la empresa. Dicen que a los presidentes de los grandes bancos solo se les encomienda la tarea de elegir a su sucesor... Puede que sea cierto.

Si hablamos de la empresa familiar, es frecuente que la sucesión no sea una mera cuestión mercantil y que exija equilibrios imposibles. A las ya difíciles relaciones entre padres e hijos -salto generacional incluido- se suman las propias contingencias del negocio, amplificadas, si cabe, en momentos de estrechez. Y no son solo conflictos emocionales o sentimientos encontrados poco compatibles con la gestión, sino también de estrategia, de enfoque y de proyecto. Porque una empresa es el proyecto vital de su fundador, algo propio, indisoluble de su condición, pero no tiene por qué serlo para sus familiares, herederos o no, que es posible que la consideren solo como fuente de sustento y un valor patrimonial, que no es poco.

La sucesión se refiere a personas que gobiernan, no a las que dirigen. Porque al equipo directivo se le sustituye con cierta facilidad: es un trabajo técnico que requiere oficio, entrenamiento y formación, para el que siempre habrá aspirantes, que aportarán además su experiencia en cualquier otro sector. Dirigir es administrar recursos, escuchar a los clientes, organizar, diseñar y poner en práctica los sistemas de control financiero y de producción, practicar la sana delegación de funciones y mantener cohesionado al personal.

Gobernar es otra cosa, algo más complejo. Muchas veces, el empresario cae en la tentación de gestionar y abandona el puesto de mando. Porque el ejercicio del gobierno requiere pensar en el negocio o en el bien común de los ciudadanos, en su caso, y tomar decisiones. Pensar y tomar decisiones: imprescindible entonces el diálogo para contrastar alternativas, para evaluar opciones y que los órganos colegiados funcionen. Gobernar es tener visión, anticipar y practicar liderazgo.

En la sucesión es frecuente que quien parte pretenda guiar el proceso, aupar a su delfín y perpetuar su obra, empeño que impide que se manifieste el nuevo líder o que los que quedan lo busquen, incluso fuera del grupo. Lo veo claro: paso a un lado, insistir en la importancia del buen gobierno -en esa cultura- y apelar a la responsabilidad. El futuro siempre fue mejor.

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