EL GOBIERNO autonómico prepara una nueva reforma del Régimen Económico y Fiscal para Canarias, la herramienta legal que establece las reglas del juego con el Estado. Una ley nacional, por cierto. Canarias propone y Madrid dispone. Urge un cambio de rumbo, introducir una nueva filosofía, dado el fracaso del actual REF, que no ha impedido la divergencia respecto al resto de comunidades españolas en todas las variables socioeconómicas. Canarias, con sus ventajas fiscales e incentivos, viaja en el vagón de cola. Algo no funciona.

Confieso que en esta ocasión comparto el nuevo enfoque que anunciaba el presidente Rivero a principios de este pasado mes de marzo, cuando afirmaba que su Gobierno "no quiere ni subvenciones ni limosnas, sino instrumentos que nos permitan generar actividad económica". Y no es una cuestión baladí; supone un cambio radical, un retorno a la filosofía de los puertos francos: déjenos, que ya nosotros nos buscamos la vida.

Cautela. Hay que ser realistas. Someter en estos momentos al REF a un cambio radical sería un rotundo fracaso, ya que sus incentivos comprometen el "statu quo" de muchos sectores económicos que se opondrían siquiera a debatir la conveniencia de reducirlos o eliminarlos: la norma condiciona la forma de hacer negocios en Canarias. Requiere plantear una transición para que a medio plazo pueda ocurrir el giro deseado, articular esos instrumentos que propone Rivero. Y desmontar el entramado de subvenciones que no podemos pagar ni asumir su coste burocrático ni el de sus interferencias en los mercados. Lo que ocurre en el sector agrícola es paradigmático.

Y me atrevo a apuntar algunas ideas. Por qué no plantear que todas las empresas que trabajen en Canarias tributen aquí y no donde esté su sede social: compañías de transporte, los bancos, hoteles o las multinacionales de la distribución o del petróleo. Quizás así, al liquidar a la inversa, Canarias con Madrid, y no como hasta ahora, y se cumple al fin la aportación para inversiones que ya el REF actual fija en la media nacional y que nunca se ha respetado.

Por qué no pedir que nuestro REF permita que Canarias se convierta en la plataforma de ensayo para las reformas de gran calado que deben acometer España y la UE, convertirnos en una especie de laboratorio social, probar qué pasaría al meterle mano a todas esas cuestiones que sabemos que hay que mejorar pero que nadie se atreve. Pienso, por ejemplo, en las prestaciones por desempleo, para que funcionen como un seguro y no como un subsidio -sigo sin entender por qué hay que ser despedido para cobrarlas-, o en el sistema de pensiones, o en la sanidad pública, en la que habrá que incorporar al ciudadano como garante, quizás la prueba piloto del modelo de Singapur. Por qué no.

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