El consumo habitual de comida rápida y bollería industrial eleva en un 40 % el riesgo de padecer depresión, según ha concluido un estudio epidemiológico realizado durante seis años con 10.000 personas inicialmente sanas y representativas de la población universitaria española.

Así lo ha explicado en una entrevista Almudena Sánchez, del departamento de Ciencias Clínicas de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), una de las responsables de este estudio, cuyo origen se sitúa en el proyecto "Seguimiento de la Universidad de Navarra (SUN)", desarrollado con antiguos alumnos de esa institución académica.

Esta investigación, denominada "El consumo de comida rápida y bollería industrial y el riesgo de depresión", que ha publicado la revista científica internacional "Public Health Nutrition", ha constatado que ingerir a diario tan sólo 40 gramos de este tipo de productos ocasionó depresión en 493 de las personas estudiadas.

Sánchez ha precisado que este estudio surgió con la idea de hacer algo parecido a lo que había sondeado previamente la Universidad de Harvard (EEUU), institución que ha analizado la influencia de la dieta y el estilo de vida en la incidencia de varias enfermedades con muestras representativas del colectivo de enfermeras y el personal sanitario masculino norteamericano.

Sin embargo, el equipo que ha participado en la investigación española se ha centrado sólo en la depresión porque Almudena Sánchez trabaja desde la ULPGC en los factores que determinan la aparición de este trastorno mental.

Este estudio ha constatado que consumir pequeñas dosis de comida rápida de forma habitual puede generar esta patología o que una persona previamente sana comience a tomar antidepresivos pasado un tiempo, una probabilidad que aumenta progresivamente en función de la cantidad que se ingiera.

Sánchez ha destacado que la investigación descarta que exista una causalidad entre "tener depresión y consumir más comida rápida", ya que la muestra estudiada la han conformado personas a las que nunca antes se les había diagnosticado un estado de depresión.

Tampoco podría explicar los resultados de esta investigación la hipótesis de que una persona que consume comida rápida tiene, además, otros hábitos de vida insanos, lo que sí tienen en cuenta otros estudios en los que, mediante complejos modelos matemáticos, se analizan múltiples variables, como el consumo de tabaco, alcohol o verduras.

Por ello, Sánchez ha concluido que "la explicación más lógica" que se puede dar a estos resultados se relaciona con los procesos biológicos asociados al consumo de las llamadas grasas "trans", es decir, los ácidos grasos parcialmente hidrogenados, que se modifican industrialmente para cambiar la textura y aumentar el sabor de la comida rápida y la bollería industrial.

La ingesta habitual de estas grasas se relacionan con un incremento de la enfermedad cardiovascular "porque causan procesos inflamatorios que perjudican la síntesis de neurotrasmisores".

Y es que "una menor cantidad circulante de neurotransmisores eleva el riesgo de depresión", ha destacado Sánchez.

La investigadora de la ULPGC ha agregado que estas grasas "trans" perjudican además el correcto funcionamiento del endotelio, un tipo de tejido que recubre los vasos sanguíneos y que es responsable de la síntesis de ciertos factores que ayudan a la transmisión nerviosa.

Que este tejido no funcione correctamente por la acción de estas grasas, puede conducir de igual forma a la depresión.

A juicio de la investigadora, "tiene razón de ser" que éstos sean los factores más importantes a la hora de explicar la incidencia de la dieta en esta enfermedad "porque la depresión y la enfermedad cardiovascular comparten mecanismos comunes y, muchas veces, las personas con depresión también tienen enfermedad cardiovascular: son dos patologías que van de la mano".

Si ambas enfermedades "están complementadas muchas veces, y está comprobadísimo que las grasas trans tienen un efecto negativo sobre la enfermedad cardiovascular, cabe pensar que ésta sea la explicación más lógica", ha referido Sánchez.

En cualquier caso, ha advertido de que "todo apunta a que éste puede ser el mecanismo más factible para explicar los efectos de la comida rápida sobre la depresión", pero no otros factores que también intervienen en este trastorno mental.