"Es mi naturaleza, es mi esencia, no he podido evitarlo, no puedo dejar de ser quien soy."

(De la fábula "El escorpión y la rana", de Esopo)

NO ME AFECTA e imagino que a usted tampoco. Una amnistía para delincuentes fiscales arrepentidos; no entiendo por qué iban a confesar a cambio de un descuento. Y no me gusta. Puedo comprender la motivación del legislador que pretende inyectar capital al sistema e incluso que la justifique como mal menor, pero no estoy conforme. Peligroso precedente. Inútil, además; verter agua en un cesto.

Porque en España la gran presión impositiva no es universal, como todos exigimos para la sanidad o la educación, qué cosa. Eludir o evadir son práctica habitual, es nuestra naturaleza. Y ahora la Administración reconoce su incapacidad para luchar contra el fraude hasta el punto de perdonar al pecador a cambio de una sutil penitencia. Constata y evidencia que la inspección es una auténtica coladera. Tal debilidad y esta amnistía invitan a defraudar más, actúan como un premio que refuerza la conducta que persigue.

Porque defraudar es muy fácil. Tantos son los cómplices y tantos los colaboradores necesarios. En las pequeñas cosas, en las ventas sin factura, en cobrar el paro y tener trabajo, en las bajas ficticias, en engañar y contarlo sin vergüenza, en el ansia por una paguita, en llevar la contabilidad de esa manera, en la ausencia de sentimiento colectivo, en mirar para otro lado... es nuestra naturaleza. Antes de perdonar, arrepentimiento y dolor de corazón, que no es el caso.

La lucha contra el fraude debe ser cruzada nacional, objetivo a combatir por tierra, mar y aire, pero no solo desde el sector público sino en todos los ámbitos y por cada individuo. Nuestra supervivencia exige una nueva guerra civil fraternal entre los que no escamotean y los que sí; tolerancia cero. No se me ocurre remedio más poderoso contra la crisis que erradicar el fraude, acabar con timadores y timados, ambos culpables, usted ya sabe. Ninguna mejor política activa de empleo. Estamos tardando.

Y de amnistía nada. Mano firme. Pero no con medidas sancionadoras que la propia burocracia hace imposible tramitar, sino mediante la identificación del origen del fraude para impedir que tenga lugar y la búsqueda de aliados: si usted pudiera desgravar la factura del dentista, él tendría que declararla, permítame el ejemplo. Y podríamos cuestionar también qué debe ser objeto de tributación, si gravamos el tránsito de mercancías como en los antiguos fielatos o a las rentas del trabajo o los beneficios de la actividad empresarial o de las operaciones financieras o la tenencia de bienes raíces. Con nuestros antecedentes necesitamos tecnología infalible y mecanismos más simples.

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