El miedo engendra ira, la ira engendra odio, el odio, sufrimiento

(George Lucas)

NADA nuevo bajo el sol y las estrellas. Nuestra irresponsabilidad es tal que pensamos que un algo superior vendrá de una lejana galaxia a arreglar la crisis. Y mientras, a esperar. Rajoy perdió la oportunidad histórica de mentir a los ciudadanos con un haz de esperanza y ahora concentra su energía en cavar en el mismo hoyo. Nada nuevo, solo recortes y subida de impuestos. Montoro rogó al PSOE que acabe con el discurso del miedo y nos pidió esfuerzo, aunque a estas alturas esto último ya es demagogia: el esfuerzo es obligado.

Y es normal que haya contestación ciudadana, pero no de la izquierda recalcitrante ni del sindicalismo trasnochado que persigue su propia pervivencia, sino encabezada por sus propios acólitos y votantes, los del PP, engañados y desengañados, que esperaban una acción heroica y se han topado con la cruda realidad del hombre gris atrapado por las mismas cautelas que amordazaron al sacrificado presidente precedente. Subir los impuestos a los asalariados es fácil, acabar con decenas de miles de liberados sindicales, no. Abaratar el despido es una cosa, quizás justificable, pero venderla por sí sola como fórmula mágica para crear empleo atenta contra el sentido común, pura propaganda. A lo mejor el nuevo gobierno también tiene miedo.

En lo local, la consejera de empleo del Gobierno de Canarias disparata y propone fijar un techo para el número de turistas, mas el presidente no la desmiente e insiste en lo de la calidad y la sostenibilidad y mantiene la moratoria: competir en un mercado cautivo es una entelequia. Vivimos en una economía intervenida que defiende los intereses de los "lobbies". Rivero todavía cree que una comunidad autónoma puede ser competitiva y puede enfocar su estrategia (pública) a empujar este o aquel sector, ojalá él supiera qué va a ser negocio en el futuro. No se ha enterado de que quienes compiten en el mercado son los empresarios, siempre y cuando se den las condiciones para que esa competencia tenga lugar. La Administración solo debe actuar como prestataria de servicios públicos y como garante del cumplimiento de las reglas del juego; adivinar el futuro no está en el ámbito de sus competencias.

En mi opinión, urge menos retórica realista -ya sabemos lo mal que estamos- y más mensaje optimista, menos esperar una solución colectiva y más compromiso individual, menos condescendencia y más intolerancia con quienes defraudan y abusan del sistema. Y al que gobierna, que se atreva de una vez a fusionar ayuntamientos, a eliminar subvenciones y a acometer todas esas reformas estructurales improrrogables; pero de buena gana, con entusiasmo.

El optimismo engendra confianza, la confianza engendra inversiones y las inversiones, empleo.

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