QUIÉN las iba a pagar si no. Con las tasas aéreas se liquidan los gastos en que se incurre cuando un avión aterriza, descansa y despega de un aeropuerto. Para eso están; ese es el sentido que tiene una tasa, la que sea. Su cuantía debe estar calculada para sufragar el coste del servicio público en cuestión, ya sea la recogida de basura, el uso y disfrute de la piscina municipal o las operaciones aeroportuarias. Una idea bien pensada: que sea el usuario el que pague las prestaciones que recibe. Impecable.

Por tanto, la cuantía de la tasa debe contemplar los costes de la actividad, unos fijos, independientes del número de usuarios, y otros variables. En el caso de los aeropuertos entiendo que no se incluya la amortización de las instalaciones, ya que estas enormes obras de infraestructura se ejecutan con cargo a los impuestos y casi siempre financiadas con ayudas europeas. Cuantos más viajeros menos tendrá que pagar cada uno por la limpieza de los cristales o por mantener encendidas las luces de la pista. El importe de la tasa -equis euros por pasajero- se debe fijar en base a los gastos reales del aeropuerto operativo y a las estimaciones de uso. No hay más.

Cabría analizar qué paga exactamente nuestro apreciado turista por usar cualquiera de nuestros aeropuertos. Ejercicio en el que podríamos cuestionar si la estructura de personal (incluido su convenio laboral) es la más eficiente para las tareas que desempeña, qué cometidos están contratados con terceros y en qué condiciones, los consumos de suministros, etcétera, en definitiva, cada uno de los elementos que hacen confortable y seguro el tránsito de los pasajeros, que de eso se trata.

Cuando se dice que los aeropuertos canarios son rentables dentro del conjunto de los españoles, debemos entender que tienen superávit, que con el cobro de las tasas sobra dinero. Como AENA funciona como un todo, los aeropuertos deficitarios cubren sus pérdidas con los excedentes de los primeros. Principio de solidaridad.

Pero, claro, en Canarias la actividad aérea ligada al turismo forma parte de nuestro negocio principal y lo suyo sería que el turista pagara estrictamente lo que cuesta el servicio, para aprovechar el enorme volumen de usuarios: a mayor número, menor precio unitario; así funcionan las economías de escala; así sí que se puede competir. Quizás haya que cuestionar ese principio de vasos comunicantes y pensar en bonificar las tasas en aquellos otros aeropuertos que no tienen suficiente movimiento y no como se ha planteado hasta ahora.

El contexto actual exige a la acción política canaria un enfoque más mercantil, ahora que la falta de recursos impide ahondar más en la vía de las ayudas directas o las subvenciones. Adelante.