Una de las principales autoridades del mundo en evolución, el biólogo molecular Francisco José Ayala, asegura en una entrevista que "no hay que tener miedo" a las técnicas de manipulación genética, que ya se usan para curar enfermedades y no son efectivas para modificar al ser humano.

Español de nacimiento, aunque nacionalizado estadounidense, Ayala es catedrático de ciencias biológicas en la Universidad de California Irvine, experto en evolución y genética molecular, miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos y ganador de la Medalla Nacional de Ciencia estadounidense.

A lo largo de los años, este ex sacerdote dominico que estudió teología en la Pontificia de Salamanca, se ha distinguido mundialmente por resolver con argumentos filosóficos y biológicos el conflicto entre religión y ciencia, especialmente en el campo de la evolución de las especies y, en concreto, del hombre.

Esta labor le llevó a ser reconocido con el Premio Templeton, el galardón de mayor valor económico del mundo que reconoce a personalidades internacionales por su contribución al diálogo entre la ciencia y la religión.

Ayala defiende que el naturalista Charles Darwin, padre de la teoría de la evolución, "es un regalo para las religiones, porque permite distanciar a Dios de todo lo malo y cruel que hay en el mundo".

En su opinión, las implicaciones de tesis como el "creacionismo" o la de un "diseñador inteligente" como inicio de la humanidad resultan en un "Dios cruel, sádico y abortista; una pura blasfemia".

Este es un mundo poblado por animales carnívoros que matan a sus presas, parásitos que sólo pueden vivir a costa de matar a otros; "si esto es producto de un diseñador estaríamos hablando de un sádico", plantea.

Por no hablar del ser humano, un organismo "muy mal diseñado: desde una mandíbula en la que no caben todos los dientes, hasta un canal de natalidad que no es suficientemente grande para que salga la cabeza del niño y por eso han muerto millones de niños y de madres a lo largo de la historia", dice.

Pero su argumento más impactante es el de "lo mal que funciona el sistema reproductivo; tan mal que el 20 por ciento de todos los embarazos termina en aborto espontáneo en los dos primeros meses de vida del feto. Eso es un mal diseño".

"Si Dios lo hubiera diseñado, sería el responsable directo de 20 millones de abortos anuales, y eso es incompatible con el Dios bueno y todopoderoso en el que creemos", concluye con una media sonrisa.

Otra cosa son la moral y las normas morales, explica este experto, que defiende que "el comportamiento moral es fruto de la evolución biológica, mientras que las normas morales forman parte de tradiciones culturales".

"El hecho de que juzguemos unas acciones como buenas o malas viene de la evolución biológica de la inteligencia, porque podemos anticipar las consecuencias de nuestras acciones y así podemos juzgar las acciones antes de llevarlas a cabo", afirma.

"Por contra, las normas de moralidad, como los Diez Mandamientos o la llamada Ley Natural, provienen de las tradiciones culturales y religiosas de cada pueblo y por eso no son comunes a todos los hombres", señala.

Preguntado por la moralidad de la modificación genética en humanos, Ayala diferencia entre la manipulación para curar o prevenir enfermedades y la que supuestamente tiene como fin "mejorar la especia humana y avanzar la evolución hacia una suerte de mundo feliz en el que todos seamos perfectos".

Así, argumenta que la manipulación genética para "mejorar la especie a nivel biológico no va a funcionar y sería un proceso lentísimo y de consecuencias insignificantes".

Además "no tiene sentido, porque la mejora de la especie para potenciar su adaptación al medio ya se hace, y de manera mucho más efectiva y rápida, gracias a la cultura y la tecnología".

Como ejemplo destaca el hecho de que los seres humanos, una especie originaria de las zonas tropicales de África, se han adaptado gracias al fuego, la calefacción o la ropa de abrigo a temperaturas extremas hasta colonizar el mundo entero.

"Los humanos no nos adaptamos cambiando los genes con arreglo a las necesidades del ambiente, lo que hacemos es cambiar el ambiente de acuerdo con las necesidades de nuestros genes. Hemos invertido la evolución", mantiene.

Por ello considera que "no hay que tenerle miedo" a los avances en manipulación genética, un campo que debe "estar regulado como las recetas de medicamentos o los tratamientos médicos, pero nada más".

Investigador, autor de una treintena de libros y divulgador científico, Ayala es también uno de los grandes benefactores de la UC Irvine, a la que ha donado no sólo los 1,2 millones de euros del Premio Templeton, sino otros 10 millones de dólares fruto de su éxito como viticultor.

El cuidado de las viñas, que comenzó como una actividad relajante de fin de semana, se convirtió gracias a sus conocimientos biológicos y su dedicación en una de sus grandes pasiones.

Ayala posee y explota varios cientos de hectáreas de viñedos que le han convertido en uno de los más respetados productores de uva del norte de California.

Como explicó el pasado mes de octubre, cuando hizo efectiva la donación, la universidad le ha dado muchas oportunidades" y esta es la manera de mostrar su agradecimiento y "contribuir de alguna manera al beneficio de la universidad".