NUNCA he encajado bien su extravagancia. A mi modo de ver, Guayo ya era un verdadero paliza, descarado e insultante, con un humor agrio como el de un pomelo verde que supongo debe de tener su mercado por esas izquierdas fuera de borda, contestatarias, replicantes y desaforadas del Estado español, pero que por aquí no creo que se coma una rosca. Un tipo raro. Conste que anteriormente a la bromita petarda en la que incluye un "sketch" con manilla de plátanos y machangadas, fotos de Los Sabandeños o Pedro Guerra y alusiones al acento del niño del anuncio de Cola Cao o a Caco Senante en el papel de un gorila albino llamado copito de nieve, sobre una ETA (Estamos Tan Atrasados) canaria, ya lo ignoraba -si acaso atendiendo en ocasiones a la chinita perpleja de Utrera, Usun Yoon-, más que nada por su brutalidad con determinadas sensibilidades en el abordaje de los temas.

Es médico, pero, más bestia que un arado, ya le han mandado alguna que otra piña. Y me parece que el tal Dani Mateo le aporta un fatal componente de patinaje ceporro mezclando en esta ocasión iconografía y argumentación abertzale con imágenes de una rondalla para decir algo sobre Los Sabandeños con el retrato detrás de un padre de familia. Precisamente, lo que agrede, el esperpento patético del todo incluido dentro de una fea incapacidad para abordar con gracia o lucidez el asunto

Y mira que me encantan los programas que con mucho acierto promueve La Sexta. Andreu Buenafuente ha reinado durante mucho tiempo como el genio de mi televisión privada; no me perdía ni una de sus apariciones: "You''ll never walk alone". Y la razón es que yo solo en el salón de mi casa habitualmente acababa riéndome a media noche, mención especial a Berto. Estoy atento a que regresen pronto y, fíjate lo que te digo, no me importaría que ellos se metieran con Canarias o conmigo mismo, porque son inteligentes y su profesión cachonda se sustenta sobre la carcasa necesaria de respeto sumada al fondo de cultura que puede hacerla digerible, aunque te toquen las pelotas. Que, por cierto, con el mismo formato americano de esos espacios, se emite o emitía uno también muy bueno por El Día Televisión, con Alexis Valdés, el gran humorista cubano. Eva Hache es buena y evoluciona a mejor; el Club de la Comedia, con el mismísimo Emilio Aragón, ha ido corrigiendo defectos, cogiendo cuerpo y ascendido a primera división en mi atención, que, dependiendo del personaje, ya puede desbancar a algún telediario repetido.

Sabemos que en democracia y en este mundo mediático sin barreras ni límites puede haber un cierto desafío en arremeter en sátira contra todo lo que se mueva o aparezca como intocable o tabú. Puede ser el Papa, Mahoma o el rey borbón. Da igual. Leña al mono y caiga quien caiga, antiguamente los bufones encontraban en las personas con defectos físicos el filón para el descojono de los demás; ahora se ridiculiza, por ejemplo, el deje andaluz o la tacañería catalana en el supuesto de apelar al talante para bromear integralmente con el universo entero.

Los especialistas aseguran que la carcajada puede disparar la producción de endorfinas, que actúan como analgésicos para el cerebro. Que puede regular el ritmo cardíaco y bajar la presión arterial. Los ataques de risa que van seguidos de tos dicen que también sirven para aclarar los pulmones. Veinte segundos a tope y con ganas serían el equivalente cardiovascular a tres minutos en una máquina de ejercicios.

Lo primero es reírse de uno mismo. Wyoming y su grupo lo hacen. Y por eso, "dicho lo dicho", los excuso. Por la falta de ignorancia que señalaba Cantinflas. Lo segundo es una cierta profesionalidad para el análisis, que para mí, como digo, es lo que falló. Además, si lo piensan es verdad; aunque aquí hubo un fenómeno armado independentista, el MPAIAC, la ETA canaria es cierto que solo esgrime palabras y sobre todo razones.

Por lo que tampoco es para tanto y menos en el convencimiento de que el humor en sus diferentes manifestaciones no es más que una defensa ante la trascendencia con la que queremos manejarnos en la vida. Como en los Carnavales, cuando hay un "mete pata" o una "metedura de pata" localizable y acotada, se abre el paréntesis y se reduce a mínimo común, pasando un kilo.