"Se está publicando mucha basura, pero también hay libros que tienen una enorme calidad literaria y que pasan desapercibidos para los lectores por la ausencia de un espíritu crítico". Así de claro se muestra Víctor Álamo de la Rosa, autor de "Mareas y marmullos" (Tropo ediciones), sobre los devaneos de una industria de la que habló ayer en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés. En la tertulia, moderada por el editor Anghel Morales, participó el escritor aronero Fernando Delgado. "En mi mundo literario yo era un dios; yo lo inventé y lo manejé a mi antojo", señala Álamo de la Rosa sobre un universo que cerrará con la novela "Isla nada".

¿Qué tiene de distinto "Mareas y marmullos" con respecto a sus anteriores libros?

Un esfuerzo de condensación muy importante. Es mi mejor libro. Me he pasado más de veinte años construyendo un universo literario que yo llamo la Isla Menor. Es la construcción de un mito a partir de un enclave geográfico que se corresponde con El Hierro. Las historias de "Mareas y marmullos" se han estructurado como los episodios de una serie de televisión, es decir, lo que planteo al lector son diecisiete capítulos que empiezan y acaban, pero ofreciendo una idea común. Ni es un libro de relatos ni es una novela, es una mezcla de las dos cosas. Un híbrido literario que va tendiendo puentes y lazos para dar forma a una imagen global.

¿Con esta obra da por cerrado ese espacio literario?

En mis próximas novelas me voy a proponer experimentar conmigo mismo. Con "Marea y marmullos" e "Isla nada", mi siguiente libro, doy por cerrado este universo para buscar alternativas literarias. A partir de ahora quiero jugar con los géneros; experimentar con la fantasía, el terror, la novela policiaca. Ha llegado el momento de autoimponerme este reto porque me sentía cómodo en el espacio creativo que he compartido durante más de dos décadas y necesito buscar alicientes: quiero disfrutar el vértigo del reto y medir de lo que es capaz el Víctor Álamo escritor.

¿Le va a costar despedirse de ese universo?

En mi mundo literario yo era un dios; yo lo inventé y lo manejé a mi antojo. Escribir es el oficio más solitario del mundo y a lo largo de estos veinte años he ido indagando en todos esos fantasmas que estaban dentro de mí. Después de tanto tiempo los conozco muy bien y ya no me podían sorprender. Es cierto que existe una sensación de pena, pero destruir el mito me ha resultado jugoso. Es como una bomba que me ha estallado en la cara, pero que me ha permitido ver nuevos caminos literarios. Esos caminos son como una golosina que estoy siguiendo como si fuera un perro hambriento para ver a dónde me llevan.

¿Está orgulloso por haber conseguido moldear ese mundo de ficción desde Canarias?

Cuando he logrado que me publicaran en el extranjero descubrí que mi universo literario era más literario de lo que yo creía. En Brasil, en Croacia o en Francia ven la idea de isla que transmito en mis obras como un espacio literario, un marco tan propicio para la literatura como el de la Isla del Tesoro o un territorio en el que ocurren cosas que pueden ser mágicas.

¿Da la sensación de que los niveles de creatividad literaria en las islas están en un buen momento?

Para ser un territorio tan pequeño, Canarias está viviendo un despertar de su narrativa sin parangón en la historia de la literatura insular. En el último mes se han publicado cuatro o cinco novelas de autores canarios con cierto peso, pero por la cantidad de obras que están llegando a las librerías se puede decir que estamos viviendo lo que nunca ha ocurrido en los seis siglos anteriores. La pena es que en Canarias no existe reflexión y crítica literaria. Se están editando bastantes libros, pero falta pensamiento. Es importante que empecemos a separar el grano de la paja, es decir, ¿un libro es todo aquello que se publica en formato de libro? Yo pienso que no... Se está publicando mucha basura, pero también hay libros que tienen una enorme calidad literaria y que pasan desapercibidos para los lectores por la ausencia de un espíritu crítico. Hay que mejorar los parámetros que usamos para elegir lo que leemos. Aquí podemos presumir de tener a tres de los poetas que mejor han escrito en español, Manuel Padorno, Luis Feria y José María Millares Sall, pero seguimos sin leer poesía. En el Archipiélago hay buenos novelistas que se creen su oficio y que están convencidos de que pueden vivir de lo que escriben.

¿A qué se refiere cuando habla de ausencia de un espíritu crítico?

Hablo de lo que tienen que hacer los medios de comunicación, los lectores, los centros de educación...

Espero que las universidades canarias se pongan las pilas y estén a la altura del fenómeno que estamos viviendo porque ahora que estamos hablando todo el rato de crisis económica no podemos vincularla con un déficit creativo. Al revés, se está creando más que nunca.

¿Cómo se puede llegar a corregir ese déficit?

Yo no sé si todo lo que se llega al público cuenta con unos criterios que cumplen con unos mínimos de calidad, pero sí me preocupa que un buen libro se quede olvidado en la estantería de una librería porque no es comercial. Para seguir construyendo una literatura canaria con peso hay que saber lo que se está haciendo en estos momentos y ahí los estudiantes de Filología tienen una mina aún por explotar.