LAS ISLAS CANARIAS, enclave geográfico en el océano Atlántico, situadas entre los 27º y 30º de latitud Norte, y los 13º y 18º de longitud Oeste, a 90 millas de la costa noroccidental del continente africano, frente a Marruecos y el Sahara, distan de la metrópoli española 2.000 kilómetros. Dicho enclave insular, incluyendo los islotes de Lobos, perteneciente a Fuerteventura, La Graciosa, de Lanzarote, y otros de menor tamaño, suman una superficie de 7.541 kilómetros cuadrados. Dicho enclave tiene una población aproximada de dos millones de habitantes y ha tenido una población flotante que ha superado los diez millones de turistas hace algunos años. Hoy ha bajado considerablemente y se mantiene entre los cinco y seis millones de turistas al año.

Este enclave geográfico fue anexado al territorio español cuando fue invadido por las fuerzas castellanas en 1496, cuatro años después del descubrimiento del continente americano por el almirante Cristóbal Colón.

Los canarios conscientes de su estatus político hoy día se encuentran, por supuesto, en una situación no definida por el pueblo canario, sino la impuesta por el poder español desde hace siglos, que cercena y menoscaba los ideales de un pueblo cansado del sistema colonial imperante, aunque digan que somos una región autónoma de España.

Si bien hay evidentes aspectos políticos de que España, con su no actuar en defensa de la posición geográfica de las Islas Canarias, ha permitido a Marruecos apoderarse de una de las posesiones coloniales habitada por saharauis desde tiempos muy remotos con todo el derecho de solicitar su soberanía, ha preferido plegarse a los intereses creados con Marruecos, como es el de poder faenar su flota pesquera en el banco marítimo sahariano, decisión que perjudica enormemente a las Islas Canarias, que no pueden ejercer su soberanía para también disfrutar del banco pesquero sahariano, al cual tenemos derecho y a todos los recursos naturales del subsuelo marítimo fronterizo.

Se observa con gran preocupación que España les haya dado más importancia a sus dividendos pesqueros y de sus inversiones en Marruecos que a la soberanía de nuestras Islas Canarias, la cual no puede ejercer debido al no estar delimitadas sus aguas marítimas internacionales.

Posiblemente, entre España y Marruecos, uno de los países fronterizos de la región noroccidental de África, haya tratados o acuerdos que justifican el lema "business is business" (negocio es negocio), lo demás no nos interesa, lo cual va en detrimento de nuestra soberanía, justificando así, desde el punto de vista económico, que a España lo que le interesa de las Islas Canarias es la rentabilidad que le genera su actividad turística, que, a pesar de la contracción económica, Canarias sigue recibiendo la mayor afluencia turística de toda España, pero sus beneficios se diluyen o evaporan por arte de magia del poder central español en connivencia con nuestros mal llamados Gobiernos autónomos. Nacionalistas que disfrutan de prebendas en lo personal, pero no han ejercido el poder autónomo de la actual constitución colonialista de Canarias, y se han conformado con el bajo porcentaje (37%) que nos devuelven de lo que Canarias genera turísticamente.

En el conflicto entre Marruecos y el pueblo saharaui, que tiene todo el derecho de aspirar a su independencia y ser un pueblo soberano, las Naciones Unidas tienen que definir a la mayor brevedad posible, para así evitar la brutal represalia que Marruecos está ejerciendo sobre un pueblo indefenso que tiene derecho a su libertad.

Los canarios que estamos en el exterior vemos con una más amplia óptica los acontecimientos acaecidos en el Sahara y el peligro que constituye el expansionismo marroquí, y España, pretenda o no seguir rigiendo el destino de las Islas Canarias, tiene que protestar enérgicamente ante todas las instituciones que rigen el orden mundial y exigir la pronta delimitación de sus aguas marítimas con Marruecos. Por supuesto que sus tratados económicos pesan más y no lo hará. Los canarios seguiremos a la deriva sin poder determinar nuestro futuro político al permanecer indolentes. Basta ya de tanta paciencia ante la realidad colonialista que nos gobierna.

Pacíficamente y con entereza exijamos nuestra independencia. Esa es la gran disyuntiva canaria del momento histórico: "el de ser o no ser".