HOY es un día triste para esta Casa. Lo es para nosotros, que nos dedicamos al periodismo desde hace más de un siglo, cualquier día en el que desaparece un medio de comunicación. Normalmente publicamos nuestros editoriales los martes y domingos. Hoy es lunes y lo habitual hubiese sido escribir uno de nuestros comentarios. Sin embargo, el tema que nos proponemos abordar en las próximas líneas posee suficiente fondo para que le demos un tratamiento especial.

Radio EL DÍA cierra hoy y cesa sus emisiones después de diez años en los que ha cosechado una audiencia millonaria, amén de un claro reconocimiento por parte de la sociedad tinerfeña; una sociedad que ha sido partícipe de una trayectoria en la que siempre ha prevalecido el servicio a la comunidad y la información. La causa principal de este cierre de las emisiones no es otra, como bien saben nuestros lectores, que la negativa del Gobierno de Paulino Rivero a concedernos las licencias necesarias para que Radio EL DÍA pudiese mantenerse en el aire con plena legalidad. Hemos sido excluidos -también eso lo conocen sobradamente nuestros lectores y amigos- del reparto realizado por una Mesa de Evaluación, presidida por Fernando Ríos, que aún no se ha atrevido a elevar a definitivas sus conclusiones debido, principalmente, al desbarajuste e injusticias cometidas a lo largo del concurso de adjudicación de frecuencias moduladas en Canarias. Y empleamos el término "desbarajuste" por una prudencia que no se corresponde con la realidad. Lo que de verdad ha existido en este concurso ha sido un despotismo político brutal, permitido, y hasta nos atrevemos a decir que auspiciado, por un necio y torpe político llamado Paulino Rivero, a quien acompaña en sus decisiones un ave extraña y rapaz que se comporta como lo hace cualquier godo: con prepotencia.

Durante estos diez años, Radio EL DÍA se ha convertido en la primera emisora local y se despide con más de cuarenta mil oyentes diarios que han seguido los distintos programas de producción propia. La mayoría de los profesionales que han logrado este objetivo engrosan hoy las filas del paro gracias a la nefasta, despótica y torpe decisión del Gobierno autónomo que ha evaluado mejor, y en consecuencia ha premiado con las licencias correspondientes, a una serie de hipotéticos proyectos radiofónicos de fuera, despreciando a las empresas canarias, como EL DÍA, consolidadas en el mundo de la información. Una empresa, en nuestro caso, que mantenía los puestos de trabajo con gran sacrificio económico y que había apostado seriamente por unos contenidos de calidad y pegados al pueblo canario. Y ya que estamos con el reparto, nos sorprende que esa mencionada mesa de contratación haya considerado que tiene más méritos para ser adjudicatario de una de las licencias otorgadas un chulón capicúa y mariconsón de Las Palmas que únicamente sabe mancillar el honor de personas decentes y también, cómo no, un empresario de la estricta confianza del señor presidente. ¿Cómo se llama esto? ¿Despotismo?

Radio EL DÍA ha tenido protagonismo en todos los frentes informativos de los últimos diez años y se ha convertido en el referente necesario de cuanto ha sucedido en nuestra sociedad. Tenemos aún en el recuerdo el servicio público realizado para todo el pueblo en ocasiones como la riada de Santa Cruz de 2002, o durante los aciagos días de la tormenta tropical Delta. En esas ocasiones, nuestra emisora se convirtió en el único medio de comunicación que contaba lo que pasaba. Buscaba soluciones, servía de nexo entre la población y los servicios de emergencia y acompañaba a sus oyentes con una información sosegada y rigurosa. Quienes con su esfuerzo diario han hecho posible Radio EL DÍA siempre han antepuesto la profesionalidad a cualquier otro concepto. De esa forma han logrado que, ante cualquier emergencia, la población acudiera a sintonizarnos para saber qué pasaba.

Pero no solo hemos estado donde debíamos en los momentos duros y tristes. También fuimos la única emisora tinerfeña presente en la canonización del Santo Hermano Pedro en Guatemala; hemos sido la emisora de referencia en los ascensos del Tenerife -también en los descensos-, en los Carnavales, en las romerías, en las de las Bajadas de El Hierro, La Gomera o La Palma, en las fiestas de casi todos los municipios y en un sin fín de vivencias isleñas que han jalonado la historia radiofónica de esta estación hoy querida y seguida por la mayoría de los habitantes de esta provincia.

Los diez años de Radio EL DÍA los ha evaluado el Gobierno de Paulino Rivero con un sonoro cero en el concurso de licencias y un desprecio absoluto a los servicios prestados durante este tiempo. Una emisora en la que él mismo confió incluso para transmitir sus mensajes en tiempos electorales o cuando tenía que hacer llegar sus declaraciones a los ciudadanos. Con esto se cierra una parte de la historia mediática de Canarias. Y se cierra con un abuso manifiesto del que sin duda en el futuro alguien tendrá que dar cuenta. No hace falta decir que la labor desarrollada por todo el personal que ha trabajado en esta emisora ha sido encomiable, logrando un éxito de audiencia muy importante en un mundo en el que la competencia radiofónica es muy grande. Esperamos que podamos volver a estar con nuestros oyentes cuando las condiciones de licencias lo permitan; mientras tanto, se impone el apagón.

Esta es, en definitiva, una de las "grandes" obras a las que nos tiene acostumbrados Paulino Rivero. La mejor forma de promocionar el empleo parece que es cerrar una empresa y mandar al paro a más de veinte personas, mientras se favorece a empresas foráneas que no han creado ni un solo puesto de trabajo en las Islas. La gran herencia de Zapatero y su socialismo es dejar a España con cinco millones de desempleados. La gran obra de Paulino Rivero y su falso nacionalismo es, como decimos, cerrar una empresa que funcionaba. Al menos los españoles -y los canarios, pues los canarios también lo padecemos- se verán libres de Zapatero el 20 de noviembre. ¿Cuándo nos veremos libres los canarios de la pareja de déspotas políticos que nos gobiernan?

Despotismo y venganza. Hemos sido objeto de una venganza -y lo seguimos siendo- por parte del señor Rivero. Nuestro pecado no ha sido otro que no seguirle el juego. Como José Rodríguez no consintió que lo engañara con el asunto de las aguas canarias -que no son canarias ni españolas, sino de Marruecos- ni con los 25.000 millones de euros de Zapatero, el señor presidente decidió tomarse la revancha. Mal camino, pues no en vano ya estamos en nuestro segundo siglo de vida. Allá él si ha elegido despreciar a EL DÍA y a José Rodríguez. Tan solo le recordamos que México existe y seguirá existiendo. Y CC puede desaparecer por su culpa y la de sus cómplices de partido, "niños y niñas".