SI TODOS en Canarias, por poner un ejemplo, votáramos por un partido independentista, dejaría de ser esta una opción minoritaria, sería la mayoritaria en las Islas y, con toda certeza, la tercera fuerza política en las Cortes Generales con quince diputados. Por tanto, llave de la gobernabilidad en España, como ya lo fue el PNV vascongado o el CiU catalán; jugaríamos desde la colonia al "tin marín de dos pingüelos" con los dos grandes. Inquietante.

Si, por contra, todos en el conjunto del Estado votáramos a los impulsores del 15M, otro ejemplo, dejarían de ser la minoría díscola y pasarían a gobernar en mayoría absoluta, absolutísima. Nada que rechistar. Quienes proponen hoy el fin del sistema tendrían la oportunidad de eliminar el sistema, el mismo sistema que les habría permitido, en tal caso, esa posibilidad. Des-concertante, no cabe duda. Llevar las cosas al extremo descubre la inconsistencia del mensaje.

Cree el adicto a las máquinas tragaperras que, jugada tras jugada, aumenta la posibilidad de obtener premio, mas las leyes de la matemática del azar otorgan a cada tirada la misma probabilidad. En esto de las elecciones ocurre igual: todas las candidaturas arrancan en el sufragio con el mismo número de representantes, es decir, con ninguno. Pero hay quienes se afanan en que esta realidad no sea patente y machacan la idea de la existencia (prevalencia) de los partidos mayoritarios, como si las encuestas otorgaran una ventaja real.

Perdone la siguiente conjetura, y es que puede que haya quien trate de manipular: ¿a quién le gusta votar por un minoritario perdedor? Pardillo. Y ellos (los otros) lo saben; ellos saben que el pescado no está vendido, que los resultados que auguran los sondeos se forjan voto a voto, uno a uno, que a las nueve de la mañana todos los aspirantes son minoritarios, y que el aura de vencedor atrae acólitos y que nos gusta estar en el equipo vencedor. Sin tanta influencia (léase manipulación) los presuntos minoritarios dejarían de serlo. Conspiración, borrego, más de lo mismo.

Porque hay otra evidencia que no puede pasar desapercibida: el ciudadano Mariano obtiene una calificación más baja en las encuestas que el mártir Pérez Rubalcaba, y a su vez este también pierde frente a la (presunta) minoritaria Rosa Díez. ¿Será muy pronto para una mujer presidente? Esto de las encuestas es sorprendente, quizás funciona la marca y no tanto las personas, aunque la política vaya precisamente de esto último, de las personas.

En mi opinión, lo peor de los próximos comicios es la endogamia continuista, los mismos candidatos; son los mismos de siempre, una y otra vez. Y se me ocurre que si resultara imposible un gobierno de concentración quizás haya que pensar en nuevas minorías, digo mayorías.

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