Siéntate a mirar alrededor;

cuéntame si hay algo mejor

(Presuntos Implicados, 1997)

TANTA SEGURIDAD abruma. La presunta victoria electoral del PP me supera y la deriva del fenómeno aun más. Mientras esperamos a que aflore el liderazgo suficiente que nos sitúe como país libre -y no entro a valorar el concepto de libertad que cada uno desea- enfrentamos la política nacional con expectación.

Los más se apuntan al carro victorioso y aclaman exultantes el comienzo de una nueva era en la que no importa el qué ni el cómo, sino el quién; sin reservas. Confieso cierta envidia insana de quienes llegan al convencimiento de las bondades de la política del PP, de la presunta política del PP, sin ahondar más, sin más explicaciones, sin esgrimir siquiera un solo argumento convincente; ¿será cuestión de fe?

Mas no busque el antagonismo; con mi perplejidad no pretendo defender la política del PSOE ni su presunta nueva política, que parece que ni ellos mismos llegan a entender. Debe de ser muy complicado reinventarse cuando se es parte de un todo, desprender la pátina del gafe, la sombra de la crisis y del inmovilismo.

Y ni mucho menos caeré en la tentación de la triangulación nacionalista, del compromiso con lo tan próximo que obvia el interés general, el nacionalismo de la red clientelar de obligado cumplimiento. El chantaje tenaz que ha conseguido ahondar en los desequilibrios territoriales, claro, esos pleitos que aportan el combustible, la extorsión, el punto débil de la acción política con estrechez de miras, qué hay de lo mío.

Cabría pensar que con los resultados que vaticinan las encuestas no haría falta acudir al sufragio universal, que debía ser obligación perentoria del ínclito aspirante designar a sus ministros y comenzar la regeneración del gobierno y de la vida política cuanto antes. Ya puestos a ser austeros seamos austeros.

Imposible negar el evidente mutismo de la primera parte de la parte contratante sobre los asuntos de verdadera enjundia que planean sobre la realidad española y su futuro. Es humano evitar defraudar a la parroquia, ocultar aquello que la necesidad obliga y dejar de poner los puntos sobre las íes de insostenible, inexplicable e inasumible de aquello a lo que hay que meterle mano de modo inaplazable.

Reivindico la tercera vía. Esta situación extraordinaria requiere conductas extraordinarias de personas extraordinarias que entiendan la trascendencia de contar con la participación de todos, alcanzar el convencimiento de que ninguno atesora la verdad absoluta ni la solución perfecta, que estos tiempos exigen consenso. Apostemos por la tercera vía, por un gobierno de concentración a propuesta del aparente presunto vencedor como responsabilidad de Estado.

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