QUE NO, que no quiero que me dé más crédito, gracias pero no. ¿O es que no se ha dado cuenta todavía de que no podré devolverle el dinero? No, y no me gustaría que le facilite a nadie que se endeude más, que ya está bien, hombre, y mucho menos a mi competencia, que nos tiene fritos, que puede mantener esos precios tan bajos, tan competitivos, tan subvencionados por usted, sí, por usted, que financia sus pérdidas.

Y no haga caso a las hordas de tertulianos intrépidos que promulgan volver a la época manirrota de glorioso recuerdo que usted sufrió, ¿no se acuerda? Qué mágicos momentos de dinero barato en cartuchos llenos. Vaya catástrofe, amigo, vaya forma de inflar la economía a pleno pulmón; y si no llegas, te refinancio, y si el que no llego soy yo, le pedimos ayuda al Banco de España. Mariquita el último, con perdón.

El problema de las empresas no es de falta de crédito, es que no vendemos. En unos casos porque estábamos dimensionados para nadar en la abundancia, y en otros porque rezagados nos adelantan por la izquierda y por la derecha con las nuevas tecnologías, la innovación y la estrategia. Cambiar de mentalidad o desaparecer…; endeudarte sin el propósito de enmienda prolonga la agonía y te hunde más en el pozo. Que sí, que ya sé que me repito, es que me tiene caliente. Y tengo claro que debo pedir ayuda antes de que sea demasiado tarde.

Ay, querido, ¿y qué me dice del fraude? Que sí, que ya sé que siempre hubo. ¿Y qué?, ¿no será usted de esos que niega su trascendencia? Así nos va: la permisividad conduce al abuso, el abuso a la injusticia y la injusticia al fracaso colectivo. País. Fraude institucional, fraude empresarial y fraude personal: tire usted la primera piedra. Créame, máximo rédito social con la lucha contra la economía sumergida; qué gran inversión: si pagamos todos, pagaremos menos, salvo los que no pagaban nada, claro, que tendrán que pagar más. No diga nada, haga el favor.

Y a ver cuándo dejamos de discutir a quién le atribuimos la culpa de la (mala) situación económica ¿para lincharlo en la plaza pública? -¿qué más dará eso ahora?- y nos inmunizamos, de una vez por todas, frente a las noticias del movimiento caótico de la Bolsa, que a estas alturas del partido no refleja ya nada confesable, solo la conducta reprobable de los que especulan.

Estará conmigo en que alguien tendrá que convencer al político, titular o aspirante, para que se olvide de los créditos oficiales y de las políticas activas de empleo, que no malgaste entusiasmo y talento en la (supuesta) dinamización de la economía, esfuerzo inútil; que se concentre en reorganizar las administraciones públicas. Sería más que suficiente.

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