El cerebro, el órgano más complejo y más desconocido del entramado humano, dejará de ser un secreto para los hombres gracias a los avances de la neurociencia, que en el futuro logrará trazar mapas cartográficos cerebrales que mostrarán cómo son las personas, qué sienten o cómo piensan.

Este es, al menos, el reto que los neurocientíficos tienen por delante en el siglo XXI: descifrar los enigmas del sistema nervioso, entender cómo se genera el comportamiento humano y detectar las posibles anomalías que hacen que una persona tenga conductas agresivas o patológicas como la pederastia.

Para estudiar bien el cerebro hay que integrar "todos los niveles del saber", porque solo así se podrá entender "cómo funciona el órgano más complicado de la naturaleza", ha explicado el director del Instituto de Neurociencias de Alicante, Juan Lerma.

Por eso, investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de la Universidad de Yale se han unido por primera vez en Madrid en un encuentro bilateral que termina hoy.

Durante dos días, médicos, físicos, matemáticos, biólogos, psicólogos, informáticos, e ingenieros, entre otros, han compartido sus trabajos porque "la ciencia no es local, es internacional y avanza más cuanto mayor es la interrelación", ha asegurado el director del Instituto Cajal, Ignacio Torres-Alemán.

El simposio, que se repetirá dentro de dos años en los Estados Unidos, es resultado de la voluntad de colaboración del CSIC y la Universidad de Yale, y servirá de "escaparate" para los científicos de ambas instituciones, destaca Torres-Alemán.

En el congreso, en el que han intervenido investigadores de Yale como Pasko Rakic o David McCormick, y científicos españoles como Guillermina López o José Javier Lucas, se han repasado los últimos avances y técnicas que, como la resonancia magnética funcional (técnicamente más sofisticada que las resonancias convencionales), permiten estudiar el cerebro sin prácticas invasivas.

Este tipo de resonancias, explica Lerma, permite ver qué zonas del cerebro se activan o apagan cuando un ser humano piensa en un problema matemático, en un ser querido, cuando recuerda algo, o cuando toma una decisión.

Con el tiempo, estas técnicas irán avanzando y ante determinadas preguntas o tests las máquinas determinarán si el funcionamiento de un cerebro es normal o anormal, porque dibujarán mapas cartográficos cerebrales que permitirán saber, por ejemplo, si una persona es de derechas o de izquierdas "porque los cerebros no reaccionan igual ante determinados estímulos o preguntas", puntualiza Lerma.

"Los datos que la neurociencia está aportando sobre el funcionamiento del cerebro humano van a cambiar los hábitos sociales, las fórmulas de enseñanza, las relaciones personales, el derecho penal... porque el cerebro genera comportamiento y uno es lo que el cerebro le dice que es".

Estas técnicas podrían utilizarse en procesos judiciales como se utilizan hoy en día las pruebas de ADN, que hace unos años no se admitían por su elevado margen de error (hoy casi nulo), "pero eso es otro capítulo, algo que la sociedad tiene que decidir porque el uso de estas técnicas tiene y tendrá implicaciones morales, éticas".