Para hablar de la viabilidad económica de una Canarias independiente no podemos caer en argumentos infantiles de si los hoteles están viejos o de si hay que arrancar las plataneras. Hace falta un análisis mucho más serio y riguroso.
Si queremos hablar seriamente del tema, tenemos que analizar cuáles son los desequilibrios de nuestra economía y cómo se pueden corregir. Y, si lo hacemos, veremos que todos nuestros desequilibrios económicos, ecológicos y sociales están causados, en última instancia, por nuestra inclusión en el Estado español.
Los desequilibrios ecológicos son consecuencia de los desequilibrios económicos y sociales. No somos zona monetaria óptima ni con el euro (ni lo éramos con la peseta), lo cual nos deja sujetos a lo que los economistas denominamos “shocks asimétricos”, que terminan destrozando la economía real.
El paro en Canarias no está causado por la lejanía y la insularidad, sino que es la consecuencia lógica y directa de las políticas económicas keynesianas, llevadas a cabo durante los últimos treinta años, que han incrementado la demanda agregada a base de obra pública, gasto público, así como exenciones fiscales y subvenciones. Estos excesos keynesianos han creado una economía tremendamente burocratizada e ineficiente, al igual que sucedió en la Europa de los sesenta y setenta y han terminado destrozando la competitividad de la economía canaria.
Las desigualdades sociales son la consecuencia lógica y directa del paro, una política educativa deficiente y una política fiscal disparatada que solo tiene por objeto llevar al empresariado a posiciones de dependencia, pacto y asimilación con el Estado. Una política que adormece y destroza la capacidad de competir mediante subvenciones, proteccionismo, barreras burocráticas y corrupción. Como no podía ser de otro modo, esto crea una economía ineficiente al tiempo que anula el dinamismo y la movilidad social.
Esos excesos keynesianos, propios de la izquierda socialdemócrata europea de los sesenta y setenta, han sido implementados por partidos supuestamente de “derechas”, es decir, CCy PP, que son los que han gobernado este país desde 1993.
Esta aparente contradicción se explica porque el Estado ha planteado una refinada estrategia en Canarias con un objetivo primordial: impedir que se desarrolle un proceso verdaderamente democrático y popular que demande la soberanía y la descolonización del Archipiélago.
El Estado fue consciente de que para ello debía conseguir dos cosas: impedir que se desarrollase una auténtica clase empresarial que pudiese apoyar posiciones soberanistas y mantener a CC como fuerza regionalista en posiciones de pacto y asimilación con el Estado.
Solo bajo este supuesto, el disparate de la política económica y fiscal en Canarias durante los últimos treinta años cobra sentido. Solo bajo este supuesto, el disparate del REF y el enorme fraude democrático del sistemo electoral canario cobra sentido. Solo bajo este supuesto, que se haya querido mantener al empresariado canario al margen de la globalización vía subvenciones cobra sentido. Todo tiene una razón lógica, no siempre admitida, no siempre reconocida.
En cuanto a los argumentos infantiles y folclóricos sobre la procedencia del presidente de Canarias, este será, en cada momento, la persona que elijan los canarios mediante elecciones libres y democráticas.
No tenemos que demostrar que Canarias puede ser económicamente soberana e independiente. Ya lo hemos hecho. Y lo hemos hecho en base a argumentos económicos sólidos y serios, sin folclorismos ni radicalismos. Le invito a que se lea usted mi libro “Canarias con futuro” o se pase por mi blog www.menceymacro.com para que lo pueda comprobar por sí mismo.
Jorge Dorta
(Economista, financiero, director de Mencey Capital Management en Suiza y autor del libro “Canarias con futuro” y
del blog menceymacro.com)

Un apócope con mucha batahola

Por motivo vacacional de compañeros peninsulares de mis hijos venidos a Tenerife desde la Península (España), he tenido la oportunidad de conocer lo que representa el “Gran” de Canaria como concepto en la mente del pueblo peninsular. Este apócope, tan deseado por nuestros vecinos de Las Palmas, está haciendo mella a nuestra idiosincrasia en general, no solo a Tenerife, que es la isla mayor, sino a la misma Canaria, que por su ambición de querer destacar sobre todas las islas ha incurrido en una gravísima falaz por querer sobresalir sobre Tenerife. Siendo el resultado que estos chicos peninsulares, en conversación con mis hijos, dicen que la mayoría de ellos creen que Las Palmas de G. Canaria es la mayor de todas las Islas Canarias, y que indiscutiblemente la capital del Archipiélago es Las Palmas. Pues es la que más se divulga en todos los medios y en todos los aspectos a nivel nacional.
¿Y ante esto qué han hecho los políticos de Tenerife? Absolutamente nada. Ni siquiera don Paulino Rivero, como presidente nacido en Tenerife, se ha preocupado en resolver este daño que tanto le hace a Tenerife con esta gran mentira. ¿Cómo nos puede mirar a los ojos este hombre que no es capaz de defender a su tierra? Cada día que pasa nos decepciona más el señor Rivero. ¡Qué pena; con lo que esperábamos de él! Miren lo que le ha hecho a Radio EL DÍA. ¿Dónde está la equidad, don Paulino? ¿Qué legado nos va a dejar Vd.? ¿Encima asociado a Nueva Canaria? ¿Más paro, hambre y miseria? ¿Cómo cree Vd. que le vamos a recordar?
Juan de la Rosa González

Las hojas del rábano

Ninguno de ustedes ignora que la frase “coger o tomar el rábano por las hojas” es una locución verbal, que se emplea con doble sentido, bien para exponer erróneamente, con voluntariedad o sin ella, aquello a lo que en un momento determinado hacemos alusión, o bien beneficiarse de manera oportunista de una particular coyuntura.
Con una frecuencia realmente sorprendente nos encontramos con algunos personajes, que tal vez sería más oportuno calificar de personajillos, por mucho que presuman de tener encallecido el trasero de tanto restregarlo por las poltronas de ayuntamientos, parlamentos autonómicos e incluso, por qué no, por las cámaras de los madriles.
Aparece como poco chocante que en unos momentos en los que te dicen con la mayor naturalidad del mundo que tu conversación va a ser grabada, y eso que solamente pretendes que te den número en el SCS para repetir, que estos adalides patrios no tengan presente que todo cuanto digan, e incluso si me apuran lo que piensen, va a ser conocido, ya mismo, por los diferentes medios de comunicación y a renglón seguido por todos los ciudadanos de este país.
Siempre hemos tenido oportunidad de conocer frases famosas bien por su contenido o bien por la personalidad de quienes las pronunciaron, pero es que actualmente cualquier tuercebotas, pelagatos o don nadie piensa que es llegado el solemne momento de pronunciar la frase que le haga pasar a la posteridad, y lo peor es que con demasiada frecuencia encontrará alguien dispuesto a enlatar el humo procedente de semejante mollera y publicarlo para general conocimiento.
Si nos molestamos en leer con detenimiento cualquier ejemplar de prensa, llegaremos a conclusiones demoledoras. Hace bien poco, estos días pasados, la directora gerente del FMI, señora Christine Lagarde, adoptó la postura del enterrador, hablando de los malos augurios de una recesión económica inminente, mientras que el presidente de la Comisión Europea, el portugués José Manuel Durao Barroso, opinaba, posiblemente de manera interesada, que el euro sobrevivirá y que la UE saldrá fortalecida de la crisis, tomando la postura del médico de familia siempre dispuesto a dar ánimo al enfermo, aunque su estado no sea el ideal. Resulta paradójico comprobar cómo pueden oírse frases lapidarias en un sentido y, asimismo, en sentido contrario. Hay quien dice que son avisos para que seamos conscientes de que el lobo puede venir, pero que aún no se perciben sus aullidos. Yo sinceramente opino que si todos estos señores se reúnen con una frecuencia envidiable, siempre en fantásticos salones, con adornos florales incluidos, aguas mineromedicinales y variados refrescos, e incluso en desayunos, almuerzos o cenas de trabajo, deberían tratar de llegar a acuerdos suficientes para no dar la sensación de ser unos elementos de poco fundamento. Y no es que uno pretenda un milagro, en especial porque los milagros a fecha fija y previa petición como que no son realmente aceptables, pero el bien general, el bien no solo de un país, sino de todo un continente, debemos cavilar que merecería ponerse a la labor, dispuestos todos a tener que ceder en parte de sus derechos, porque siempre se dijo que aquel que se considera en posesión de la verdad hará el ridículo, no dará ni una en el momento de tener que aplicarla.
José Luis Martín Meyerhans

Administraciones públicas

Trabajo en un centro público y las condiciones de trabajo no eran las más adecuadas, ya que no cumplían las normas básicas sobre seguridad e higiene en el trabajo. Debido a ello, después de muchos, muchísimos intentos internos para que se subsanaran los problemas, no obtuve ninguna respuesta. “Silencio administrativo”. Como consecuencia, decidí denunciar a la empresa ante las instituciones externas y pasé por Salud Pública, Salud Laboral y, por último, la Inspección de Trabajo. Esto fueron años. La denuncia iba respaldada con la firma de cientos de trabajadores del centro.
El resultado fue muy, muy decepcionante. Aunque existía por parte del centro una serie de irregularidades, la respuesta fue: “Entre las administraciones públicas no hay penalización”.
¿Cómo puede suceder esto? ¿Cómo quieren al ciudadano de a pie hacerle cumplir las normas con esta demostración de ineficacia? ¿Por qué se permite y perdona a las administraciones públicas todo o casi todo? Señores, no lo entiendo. Cambiemos un poco estas situaciones.
Ciudadana de mi tierra