HACIENDO caso omiso de la debida modestia, declaro ante el mundo que los canarios somos un pueblo trabajador, honrado, sacrificado y humilde que, desde que fue conquistado por los castellanos, ha tenido que luchar contra la feroz mordaza del opresor conquistador y hasta contra los designios de la madre naturaleza.

Nuestros campos pedregosos, volcánicos y áridos, por la influencia que ejerce el desierto del Sahara y por su misma formación geológica, los hemos convertido en huertos fecundos. Para regarlos hemos buscado el agua a miles de metros de profundidad horizontal, con un declive del cinco por mil, bajo el sistema de perforación de galerías filtrantes, y en pozos de hasta quinientos metros de profundidad, mediante la financiación de cooperativas sin la ayuda más mínima de los entes gubernamentales. Sin temor a equivocarme, digo que se ha hecho la transformación agraria más difícil y costosa que pueblo alguno haya realizado sobre la faz de nuestro planeta, pues no son palabras, sino hechos los testigos de esta declaración que nos honra y satisface como canarios.

La obra de transformación económica en el campo agrícola, sin ayuda de ninguna clase y menos oficial, está a la vista de todo el mundo. Hemos sido capaces de abastecer por muchos años a Europa occidental de tomates, plátanos y otros productos, pero, desde varias décadas, intereses extraños a nuestra población insular canaria han dislocado nuestra estructura socioeconómica.

De una región insular netamente agraria, ganadera y pesquera, la han transformado en una saturada zona turística. Dicho cambio ha servido para bajar la moral de nuestra gente tanto en la ciudad como en el campo, el cual ha sido abandonado. La facilidad laboral que ofrecen las instalaciones turísticas ha desquiciado nuestra única y fundamental base económica agropecuaria y pesquera.

¿Qué fuerzas han alimentado dicha transformación? No son intereses canarios los que están involucrados, sino otros muy ajenos al sentir canario, que solo sirven para mediatizar y distraer las fuerzas de renovación constante del agro y de la economía en general canaria, y hacer más dependiente a nuestros pueblos insulares, y nos han hecho creer que siempre hemos dependido de ellos y nos han mirado como seres subdesarrollados y de inferior cultura.

La transformación turística de las Islas Canarias, tal como se ha venido desarrollando, únicamente ha servido para engrosar el potencial económico de los grandes consorcios transnacionales extrainsulares dedicados a la explotación turística en masa y, lo que es más grave aún, de turistas enfermos, lisiados y con un comportamiento moral perturbador del orden espiritual de la familia canaria.

El sol brillante que ilumina la superficie de nuestras Islas Canarias ya dejó de ser fuente inagotable de calorías para nuestros cultivos; solo sirve de eslogan publicitario para alimentar la propaganda turística; únicamente se aprovecha para subyugar y embriagar de sensualidad morbosa la mente de quienes llegan sedientos de nuevas aventuras que involucran y contagian a la juventud canaria, que desde hace unos años está dando señales de una progresiva corrupción de sus valores morales, como lo hemos observado en muchos de nuestros jóvenes, con el consumo libre de las drogas, que proliferan por doquier, sin la debida vigilancia que debería existir por parte de las autoridades.

La razón de la sinrazón, como es el consumo de drogas por la juventud actual y de quien no es joven también, ha dominado el espíritu de quienes han estado involucrados en regir el destino de nuestras queridas Islas Canarias. Ellos son los verdaderos causantes de nuestro atraso en muchos campos de acción, pues, aunque hayan estado sometidos a presiones de dictámenes y disposiciones intransigentes por gobiernos de fuerza y por la falsa democracia que hemos tenido, han hecho el papel del perro que sigue a su amo, ladra y hasta muerde a sus hermanos perrunos, y tiemblan escondiendo el rabo cuando su amo le dice "sss"… También podríamos compararlos al árbol que nace bajo la sombra de otro que le impide su normal crecimiento y dar buenos frutos. Como consecuencia, crecimos como pueblo sin hacer uso de nuestra personalidad, ni se han desarrollado los entes específicos de nuestra raza mestiza que la dignifiquen.

Los pocos canarios en función de gobierno han pertenecido a la clase privilegiada de mayor poder económico y de marcada descendencia peninsular, y siguen al mando del poder insular, porque conviven y participan de los beneficios insulares, de los cuales solo recibimos el 37%, controlados por el poder central español. Se constituyen en fieles interesados de los mismos sin tomar en cuenta las grandes necesidades insulares, y realizan las que les dan mayores dividendos personales, aunque esto no quiere decir que hemos intervenido en las decisiones trascendentales y de importancia para nuestras Islas Canarias. Todo lo contrario, los organismos involucrados en su realización, bajo el comando de las autoridades condicionadas por el poder central español, han sido pantallas en las cuales se proyectan imágenes que se apartan de la realidad canaria. Si bien tenemos que hacer excepciones de hijos ilustres que en verdad han querido una auténtica transformación social y económica, acorde con los intereses de nuestras Islas Canarias, y han dado muestras de incontables valores morales y humanos, sus ideales no se han realizado, ya que toda acción debe emanar de las estrategias del poder central español, y, para ello, hay personas escogidas que no conocen ni siquiera las coordenadas geográficas de nuestro archipiélago.

Estas personas de confianza del poder central español llegan con su nombramiento, investidas como máximas autoridades y con una prosopopeya apoyada por un séquito de incondicionales para así poder realizar lo que se ha planificado en el Ministerio X o lo que es igual en Madrid.

franciscoteide@cantv.net