Que la avenida de entrada al pueblo de San Andrés se inunda cada poco tiempo debido a la fuerza del oleaje es algo que saben perfectamente todos sus vecinos, pero lo de la jornada de ayer fue otra cosa. Un tsunami a pequeña escala anegó ayer San Andrés dos veces (se esperaba la tercera durante la pasada madrugada), en consonancia con los ciclos más altos de la marea.

Los vecinos de la zona baja del pueblo no durmieron durante toda la noche ya que a la 1:00 de la madrugada de ayer el mar noqueó por primera vez al pueblo. La gran altura que alcanzó la pleamar, la presencia de mar de fondo y la fuerza del oleaje se conjugaron para inundar, con nocturnidad y alevosía, no solo el paseo marítimo (como en otras ocasiones) sino también las calles adyacentes del barrio. La Policía Local procedió a cortar la autovía de San Andrés (TF-11), a la altura del antiguo Instituto Oceanográfico, mientras los mandos policiales no descartaban adoptar otro tipo de medidas para garantizar la máxima seguridad posible a los conductores y viandantes de la zona.

Además, durante toda la noche, dotaciones de la Policía Local, miembros de la Agrupación de Voluntarios de Protección Civil, trabajadores de los Servicios Sociales municipales y recursos de las empresas Urbaser y Dragados prestaron servicio a los habitantes de San Andrés. Especial trabajo tuvieron los efectivos del Consorcio de Bomberos que intervinieron en el achique de agua en varias viviendas inundadas y procedieron al rescate de diferentes coches que se encontraban flotando en la avenida marítima.

Sin embargo, los trabajos de adecentamiento de la zona, centrados en el drenaje del puente de San Andrés, no sirvieron para mucho. Todos lo sabían (vecinos, pescadores y autoridades): el respiro que daría la marea baja solo iba a ser la calma que precediera a la tempestad. En efecto, entre las 13:00 y las 14:00 horas del mediodía de ayer, el siguiente episodio de pleamar excesivamente larga y fuera de los límites habituales volvió a anegar las calles.

Entre el nerviosismo de los sufridos comerciantes y vecinos de la zona inundada, el jolgorio de la chavalería ante lo insólito de la jornada y las recriminaciones de los pescadores (verdaderos conocedores del comportamiento de la mar) por las promesas incumplidas sobre la construcción de una escollera de protección del barrio, el pueblo de San Andrés era un hervidero de gente yendo y viniendo.

Durante la mañana también se acercó al lugar el alcalde de Santa Cruz de Tenerife, José Manuel Bermúdez, acompañado por el concejal del Distrito Anaga, Fernando Ballesteros, y del concejal de Economía, Alberto Bernabé.

Bermúdez se entrevistó con los vecinos y los mandos policiales e intentó tranquilizar a los habitantes del pueblo asegurándoles que "el nuevo Grupo de Gobierno trabajará intensamente hasta conseguir una escollera de protección que minimice los efectos de las pleamares en el litoral de San Andrés".

Las promesas no bastan

Por su parte, el concejal del Distrito Anaga, Fernando Ballesteros, quien vio interrumpidas sus vacaciones, detalló que las calles más afectadas fueron la avenida Marítima, las calles El Dique y La Arena, las inmediaciones del castillo de San Andrés, la avenida Pedro Schwartz y la playa de Las Teresitas, que presentaba un aspecto desierto. Solo tras los trabajos de limpieza de la primera inundación los operarios de la compañía Urbaser habían trasladado hasta el Complejo Medioambiental de Arico tres contenedores de 20 metros cúbicos de escombros y otros tres recipientes con una capacidad de 15 metros cúbicos.

Pese a las palabras de aliento de los responsables públicos, el sentir mayoritario entre los vecinos del barrio era de impotencia y rabia ya que, aseguran, todo se podría haber evitado si existiese la tantas veces demandada escollera. Además, algunos pescadores incidieron en las obras llevadas a cabo por la Autoridad Portuaria en la dársena como causante del cambio de las mareas.

Mientras la eterna escollera no llega, vecinas como Águeda Rodríguez, de 76 años, relataba, con un estoicismo digno de aplauso, cómo el agua había entrado en su vivienda hasta alcanzar el medio metro de altura. Hasta en tres ocasiones ha tenido que tirar los muebles de su casa esta superviviente de los embates del mar que ha perdido la cuenta de las veces en las que el agua ha entrado sin llamar en su hogar.

Con la llegada de la bajamar y el retroceso del agua, todo el pueblo contenía el aliento hasta la llegada de la próxima marea alta de esta madrugada y con la esperanza puesta en la futura escollera.