La gente está cansada del culebrón del desastre económico. Harta. Aburrida. Menudo un castigo que nos ha caído encima. Qué agonía, qué tormento. Ni el pobre José Luis Rodríguez Zapatero, que iba a intentar disfrutar de unos merecidos días en Doñana, ha podido quedarse para bañarse.

Se supone que los diferentes Estados del mundo tienen en sus puestos de responsabilidad a personas lo suficientemente preparadas y capaces como para detectar las mejores salidas posibles al desaguisado en el que estamos viéndonos envueltos. Unos más y otros menos, siempre bastante cualificados, casi todos se comprometen con sí mismos y su pueblo.

¡Pues que lo solucionen, que para eso les pagamos! La volatilidad de los mercados, el miedo del dinero, el endeudamiento exagerado, las primas de riesgo, los ajustes generalizados, parece que se han empeñado en amargarnos la vida. Vaya un veranito. Es que, aunque tengas trabajo y más o menos escapes, con todo el aluvión de noticias económicas apocalípticas hasta cargo de conciencia te entra. Arreglen esto, joder, que lo único que quieren las personas es tener posibilidades de ir sacando a su familia adelante, trabajar y ganar unas perritas y que no te dejen tirado como agua sucia si algo se tuerce.

¿Ustedes son los que saben? ¿Sí o no? ¿Sí? Pues hagan lo que proceda y déjense de boberías. ¿No? "Váiganse" y habiliten a otros que sepan.

Y precisamente esa es la clave. Los dirigentes de la Humanidad no saben lo que hacer, y si lo saben no pueden ni plantearlo. ¿Tú no ves a Zapatero dando palos de ciego y con las ojeras de un zombi? ¿Tú no ves que el pálido Obama mendiga a la gente que les mande mensajitos a los congresistas? ¿Tú no ves que Berlusconi lo único que alcanza es a balbucear "forza Italia", "forza Italia"? La misma Angela Merkel vino a La Gomera en Semana Santa y ya se quedó clavada en su propia cruz, porque no es más que otra rehén del engendro en ciernes.

Ha entrado en juego en la economía global con más fuerza que nunca un superente o superfactor, un monstruo nacido por encima del bien y del mal llamado en plural "mercados", con poderes de egoísmo multiplicados y que mediante la especulación continua provoca masivamente el pánico. Se nutre de carencias de regulaciones, se alimenta de indefinición, vive en el anonimato. ¿Quién gana cuando baja la calificación de un país? Quienes le prestan, ¿no? ¿A quién le interesa que suba el precio? A ellos mismos, ¿no?

Ese demonio rompe rejas, medidas de seguridad y equilibrios con facilidad. Supera a cualquier Estado y distorsiona los precarios encajes elaborados por los mortales. Ha tomado cuerpo en una bestia inmunda con forma parecida a cardúmenes financieros que se enfrentan con la raza humana. No son las máquinas o la tecnología las que se rebelan contra el hombre; no son los androides o los robots (con inteligencia propia) de las películas de ciencia ficción. Es el "Tragamoney" el que, con un mando centrado en el egoísmo y la ambición, desafía al ser humano. Si la hay, será la próxima guerra mundial. "El hombre contra el tragaperras". La denominada pasta gansa ha dado un salto evolutivo y está tratando de esclavizar al miserable cavernícola moderno. Ahora, en el Cuerno de África o en Darfur, quienes no sirven a sus desalmados intereses son exterminados sin piedad.

Cuando hablo de dinero no me refiero a los cuatro euros que pueda tener usted, por favor. En Canarias, por ejemplo, no hay ni un rico. En España, si acaso, existen algunas decenas, aunque la bestia está ahí, ¡presente!, por detrás, en las marañas de diseño. Muchos ni siquiera son los verdaderos dueños de los montantes de efectivo, aunque los manejan y los juntan a sus anchas, los distribuyen en flejes, esquivando cualquier control y seguimiento.

Además, que el dinero es tan solo el combustible que alimenta al maligno. En su misma estructura digestiva procesa dinero pobre o rico, defecando detritos. El monstruo es independiente completa y totalmente, camuflado en el Olimpo de los dioses; nadie osa desafiarlo; su actividad está orientada a esclavizar a la raza inteligente, atando y anulando a sus dirigentes y aburriendo e intoxicando, con anestesia general de complicaciones inentendibles al conjunto de la población.

El grotesco aborto quiere pasar desapercibido emitiendo tinta de calamar en la complejidad, para la desgana, la inapetencia y la indiferencia colectivas.

infburg@yahoo.es