Si alguna vez existió la posibilidad de que el repertorio contemporáneo fuera ganando espacio en los festivales de música, la crisis la ha barrido de un plumazo. La crisis y los gustos de un público al que la creación sonora del último siglo no ha logrado seducir en ningún momento. Consciente de ello, y con la necesidad imperiosa de cubrir aforos para justificar la inversión pública, la directora del Festival de Música de Canarias ha optado por la que considera la única apuesta posible en la tesitura actual: recurrir a los grandes clásicos. En otras palabras, volver a Mozart y Beethoven, cuyas obras servirán de base a la XVIII edición del ciclo, que se desarrollará en enero y febrero de 2012.

Al margen de ello, la música del clasicismo y del primer romanticismo (interpretada por efectivos menos numerosos y por lo tanto más asequibles para el bolsillo del programador) es una de las debilidades de Candelaria Rodríguez, quien transmite seguridad en sus planteamientos, lejos de la vacilante sensación de interinidad que la envolvió en los primeros compases de su gestión.

Orgullosa de su condición de musicóloga y de su bagaje centroeuropeo, la responsable del festival siente que ha logrado domar un caballo que estaba desbocado cuando tomó sus riendas hace dos años. Hoy sabe que le ha tocado "bailar con lobos": una época de feroces restricciones que sitúan al festival lejos de los recursos económicos que manejo en otro tiempo.

La programación presentada esta semana puede ser calificada de conservadora.

Es lo mismo que decir que la oferta del Louvre o del Prado es conservadora y que no lo es la del Museo Thyssen. Es verdad que no están representados en la programación los compositores de la segunda mitad del siglo XX y los del siglo XXI (a excepción de José Manuel López, autor de la obra de estreno), pero el problema radica en que si yo quiero abrirme a un público más numeroso y llenar auditorios no puedo hacerlo con la música contemporánea, que tiene un público muy reducido. Recordemos, por ejemplo, que la Sinfonía Turangalila (de Olivier Messiaen, programada hace dos años) fue un desastre. Por lo tanto, no podemos hacer una inversión cuyo resultado sean aforos cubiertos a la mitad.

Pero es un festival que se celebra en 2012. De entre los programados este año, el compositor más "joven" en términos históricos es Bela Bartók, que a todos los efectos es un clásico.

Estoy trabajando para crear un espacio dedicado a la música contemporánea dentro del festival, pero me es difícil hacerlo con la mitad del presupuesto que éste tenía hace unos años. En un fiel de la balanza debo poner el proyecto artístico y en el otro el dinero del que dispongo, sin olvidar que además debemos pagar los auditorios. He tenido que hacerme con las riendas de un festival que, a la hora de planificar, no me ha permitido atender mis propios deseos de forma inmediata. Quiero, repito, que la música contemporánea tenga su propio espacio, no desmerecerla ni segregarla del festival, sino que tenga lugar en espacios más acordes a la demanda, como son las salas de cámara de nuestros auditorios.

Cuando hablaba de conservadurismo me refería no tanto a la elección de los compositores "de siempre" como de las obras espigadas de sus catálogos. Por ejemplo, si se programa Beethoven, ¿por qué no ofrecer la "Gran Fuga" o alguna de sus obras religiosas en vez de repetir, una y otra vez, sus sinfonías?

O la "Missa Solemnis"... El hecho es que incluso he tenido peleas porque quiero hacer la "Novena", que no se ha programado mucho aquí y que requiere grandes efectivos, coro y solistas. Estaría encantada de montar las grandes sinfonías de Mahler y Shostakovich, o uno de los conciertos para piano de Rachmaninov, el tercero para más señas, pero, como digo, el presupuesto actual nos limita y ahora mismo creo que lo mejor es ajustarnos a orquestas sinfónicas y barrocas que nos ofrezcan el necesario equilibrio.

¿Ha sido solo por los cambios en el organigrama político por lo que la presentación del festival se ha demorado tanto este año?

Sí. En un año de elecciones es normal que el festival se presente en agosto o septiembre, ya que si se hubiera dado a conocer en mayo hubiera podido entenderse como un acto de campaña.

Por otro lado, le ha supuesto asumir cambios en su planteamiento inicial debido a la reducción presupuestaria.

He tenido a mi vez que hacer recortes en el festival que tenía planeado y, así, prescindir de un solista, Jorge de León, con el que queríamos hacer un recital como el que pasado año hicimos con Celso Albelo; de una orquesta inglesa, la Hallé de Manchester, que iba a interpretar la obra de estreno del compositor canario Nino Díaz, con el clarinetista Cristo Barrios como solista, y también de una coro destinado al Festival Joven. Todo estos cambios me descuadraron los abonos y hubo que reestructurar el programa.

El público piensa que el festival invita a los artistas, pero ¿también recibe ofertas?

El Festival en las Islas es un ejemplo, ya que en La Graciosa pidieron tocar los Solistas de Trondheim. Y Robert King ha solicitado actuar allí seguramente debido a la valoración positiva que hizo de su experiencia The English Concert. Muchos consideran que hacer música en un escenario así supone una vuelta a la esencia de los antiguos conciertos, una forma íntima y recogida de contacto entre la música, los intérpretes y el público. Y, de algún modo, eso también supone publicidad para Canarias.

Sus antecesores consideraban que no competía al festival hacer una labor pedagógica. ¿Es usted de la misma opinión?

La didáctica es cuestión de los conservatorios, de los centros educativos; yo no voy a enseñar solfeo al público que viene a los conciertos, pero sí es verdad que éstos tienen un imponente componente educativo; por eso se creó el Festival Joven. Entiendo que formar al público es parte de mis obligaciones.

No tan mayores

La extendida creencia de que el público de la música clásica envejece sin remedio encuentra una inesperada refutación en las palabras de Candelaria Rodríguez. "Pensemos que el festival tiene casi treinta años", argumenta su directora, "de modo que el público que había en sus inicios no puede ser exactamente el mismo que hoy acude a las salas. Es verdad que nuestro público es fundamentalmente adulto, pero reconozcamos que las personas se acercan a la música clásica a partir de cierta edad. Quienes nos visitan nos dan otra perspectiva. Por ejemplo, los músicos de la Staatskapelle de Dresde se quedaron sorprendidos de la cantidad de gente joven que había en los auditorios. Creo que estamos atrayendo a nuevos aficionados y pretendemos hacerlo a través de iniciativas como la de La Fura dels Baus". La conocida y polémica compañía de teatro será uno de los "cebos" de una edición que, según adelanta, será presentada también en Madrid y en la Escuela Española de Equitación en Viena. En la capital austriaca se tomará, además, contacto con touroperadores de Centroeuropa a fin de dar la máxima proyección exterior al festival de invierno que se celebra en las Islas.