1.- Conocí a Marcelino Oreja creo que en el hotel Botánico, en el Puerto de la Cruz. Ya no recuerdo el año, pero desde luego fue en los tiempos de la preocupación española por la intensa labor de Antonio Cubillo ante los organismos africanos por la independencia de Canarias y durante la efervescencia de Radio Canarias Libre, que emitía desde Argel. En su obra "Memoria y esperanza" (La Esfera de los Libros), el ex ministro de Exteriores de España dedica varias páginas al líder independentista. Fue Juan del Castillo, a la sazón delegado de Cultura, quien me llamó para que conociera a Oreja Aguirre, una persona muy afable. Cuenta el diplomático en su libro que, preocupados por la influencia de Cubillo en la OUA y en países africanos, hizo una gira por varias de las capitales de este continente para hablar con los presidentes y evitar que Canarias llegara a ser un grave problema de Estado. El mandatario mauritano Ould Dada, "culto, de formación francesa pero sin perder las características de un hombre del desierto", cuenta Marcelino Oreja, fue uno de los visitados.

2.- Ould Dada ofreció al ministro español un banquete, en el palacio presidencial, rodeado de los miembros de su Gobierno. Se iban a comer un gran cordero, depositado en el centro de la mesa. Y, como signo de amistad, arrancó un ojo al animal muerto y se lo ofreció al ministro. Oreja, con gran consternación, se vio obligado a agradecer el detalle y a comerse el ojo, ante el asombro de sus dos acompañantes, los embajadores adscritos a su Gabinete Ramón Fernández Soignie y Pedro López Aguirrebengoa, a quien conocí más tarde en Tel-Aviv, como embajador de España ante el Estado de Israel.

3.- Luego -esto no lo cuenta Oreja en su libro- vino lo demás. España sobornó al togolés Edem Kodjo, entonces secretario general de la OUA, para que parara el proceso iniciado por Cubillo y Argelia en este organismo y en la ONU a favor de la independencia de Canarias. Lo compraron con maletines de dinero, como yo supe de buena fuente en aquellos años. Y, si no, pregunten a Pilar Cernuda, una gran periodista, que siguió muy de cerca todas las maniobras del Gobierno español para anular a Cubillo. Pilar trabajaba en aquellos tiempos con Manu Leguineche en la agencia Colpisa, de la que mi empresa de entonces formaba parte. Qué tiempos, señores. Y qué buenas memorias de Marcelino Oreja, cuya lectura recomiendo. Al menos hasta que lleguen las mías.