HACE más de un mes y medio que un grupo de jóvenes, supuestamente autoconvocados por Internet, salió a la calle a protestar contra un sistema político que querían cambiar. El lema del movimiento aludía al día y el mes que se convocó, el 15-M. Desde entonces, a aquellos jóvenes idealistas se les han unido un percal de políticos fracasados, provenientes mayoritariamente de partidos de extrema izquierda, libertarios, o sea, anarquistas, y buscavidas de todo tipo, bronquistas, borrachos, drogatas e indigentes, que se han instalado, como quien no quiere la cosa, bajo la lona de sus improvisadas tiendas, en la plaza de la Candelaria. Allí, en medio de Santa Cruz, comen, duermen y hacen sus necesidades, como en un poblado gitano, ante la absorta mirada de los turistas que preguntan qué es aquello.

El movimiento original se les ha ido de las manos. Las consignas iniciales de "democracia real ya", que tanta simpatía despertaron en la gente, los medios de comunicación y gran parte de la clase política, entre los que me incluyo, se han transformado, paradójicamente, en una algarada bochornosa y antidemocrática por fuera del Parlamento de Canarias, con insultos incluidos a los parlamentarios, que son los representantes elegidos democráticamente por los ciudadanos. Los diputados autonómicos tuvimos que entrar al Parlamento, el pasado 21 de junio, escoltados por la Policía, mientras fuera una muchedumbre enaltecida de energúmenos, pertrechados con calderos y cucharones, gritaba que no les representábamos. Se equivocaban. Los parlamentarios representamos a todos los ciudadanos, a los que nos votaron y a los que, como ellos, seguramente no fueron a votar. El Parlamento es la cámara en la que reside la voluntad popular de todos los canarios, por lo que interferir en su constitución, coaccionando a los diputados que van a jurar sus cargos, es el acto más antidemocrático que se puede cometer en una democracia. Como parlamentario canario reniego de un movimiento que no ha renegado de los que nos insultaron y que, por lo tanto, se ha quitado, por fin, la careta y mostrado su cara más antidemocrática e intransigente. A partir de ahora, la Policía debe actuar con contundencia y desalojar la plaza de la Candelaria, limpiándola de esa morralla que, bajo la excusa de defender la democracia, la ha atacado gravemente. La democracia no puede permanecer inerme frente a los que la intentan debilitar, sino reaccionar con firmeza y de manera proporcionada contra ellos. Agitadores, que aprovechan las libertades que les concede el propio sistema democrático, para atacarlo, esgrimiendo, como excusa, un supuesto interés en mejorarlo, cuando lo que en realidad pretenden es suprimirlo. Ellos sí que no nos representan, porque la inmensa mayoría de los canarios preferimos vivir en un sistema democrático de libertades públicas y no en el caos que pretenden quienes hoy se hacen llamar 15-M y antes, antisistemas, o simplemente anarquistas. La democracia es el menos malo de todos los sistemas políticos que se conocen y, aunque es perfeccionable, la alternativa, hoy por hoy, es "francamente" peor.