QUERIDO lector, los tiempos no están para florituras ni abstracciones intelectuales alejadas de la realidad. En unos años hemos pasado de producir papas para el autoabastecimiento e incluso para exportar, a una importación que nos hace cada día más dependientes, pasando de cultivar más de 15.000 hectáreas en Canarias a menos de 5.000 en la actualidad. Así, en 2010 importamos unas 84.000 toneladas de papas, o lo que es lo mismo, más de 40 kilos por habitante. Dichas papas entran en Canarias desde las Islas Británicas, aunque una gran parte de ellas provienen de países terceros, es decir, de fuera de la Unión Europea, en eso que ahora llaman los economistas "comercio triangular".

Las papas entran en Canarias a unos precios irrisorios -a 0,20 o 0,30 euros el kilo- y las papas de semilla que proceden de las Islas Británicas las pagan nuestros agricultores a 1 euro el kilo. Es en este marco en el que, solo como referencia, los fletes entre Southampton y Tenerife suponen unos 0,10 euros por kilo. Por lo tanto, es difícil explicar cómo es posible que se den los precios antes comentados que están arruinando las producciones locales en una situación lamentable e intolerable.

Estos días les están pagando las papas a nuestros agricultores por debajo de 0,20 euros el kilo, cuando todos sabemos que los costes de producción en Canarias no bajan de los 0,40 o 0,60 euros, dependiendo del tamaño de las parcelas, de secano o regadío, del norte o del sur. Es más, los 15 o 20 millones de kilos que estamos cavando en estos momentos no cubren la demanda del próximo otoño, con lo que aún entendemos menos el precio ruinoso que les pagan a nuestros agricultores.

Estas líneas son, en gran parte, un compromiso ético con las personas que han labrado las medianías y que han retirado miles de metros cúbicos de zarzas, helechos, magarzos, etc y se han comprometido con volver al campo para convertir nuestras tierras balutas en productivas, teniendo un compromiso de evitar riesgos de incendios tanto para nuestra población como para nuestros montes. Pero también son líneas de compromiso con algunos jóvenes que se han incorporado este año al campo, algo que nos permite ser menos dependientes y menos pobres, ya que el 90% de nuestros alimentos proceden de nuestros puertos.

Por ello creemos que hay que dar un giro de muchos grados en la política agraria del Gobierno de Canarias, así como el compromiso de nuestros Cabildos. En primer lugar, hay que revisar el REA (Régimen Especial de Alimentación) por el que entran en Canarias numerosos productos que arruinan a nuestros agricultores y ganaderos, como es el caso de 64 millones de kilos de carnes importadas de terceros países con arancel cero. Así, queremos que se tomen medidas ante la importación de papas como la descritas anteriormente, sobre todo, cuando tenemos posibilidades de producirlas aquí y, en consecuencia, tener una menor dependencia del exterior. Por ello, también hay que negociar con Bruselas la PAC (Política Agraria Comunitaria).

En Canarias habrá que tomar medidas sobre las tierras abandonadas, un posible banco de tierra para jóvenes agricultores con una ley de arrendamientos acorde a los tiempos y el cambio de una legislación burocrática que cansa en papeles y pone todo tipo de trabas para hacer una obra en el medio rural, desde levantar una pared a construir un goro para el cochino o hacer una red de riego.

Hemos de felicitar los pequeños pasos que ha dado el Gobierno de Canarias en la legalización de las granjas ganaderas o la Ley de Medidas Urgentes, que está aliviando buena parte de la carga burocrática anteriormente citada. Con la recuperación de las papas no solo estamos mejorando la alimentación, el paisaje, la prevención de incendios y la recuperación de nuestras medianías, sino que estamos implicando el mayor número de familias, desde Lanzarote hasta El Hierro, unido al tema social del mismo, ya que una casa sin papas ni gofio es un hogar con hambre.

Por lo tanto, la cultura del ayer es también la del mañana y no podemos pedirle a nuestros agricultores que cultiven la tierra con costes superiores a los ingresos que le dan sus cultivos. En nombre de eso que llaman "mercado mundial", que carece de nombres y apellidos y de localización conocida, pues nuestros campesinos viven y sufren aquí; tienen nombres y apellidos, son nuestro paisaje y nuestra cultura; son siroco y alisio. Por ello, el Gobierno de Canarias y los cabildos deben intervenir para que en los próximos días se resuelva esta problemática que está creando una situación seria para muchas familias.