EL VERANO irrumpe con fuerza. Tórrido y sofocante desde la cuna, promete con hacernos olvidar los vaivenes de una primavera casi siempre voluble, caprichosa y húmeda, y muy particularmente a los lagartos que, de seguro, refrescarán las piedras y lajas con sus vientres fríos. Guesher y Naranjito se las verán y desearán para esquivar el calor que traspasa los sombrajos. La princesa negra se resguardará en su particular "Doña", que da nombre a su ventana favorita de la mansión de Vistabella, esa atalaya desde donde se aprecia cómo emerge con ímpetu Santa Cruz de Tenerife con la fuerza del sol naciente y dorado solo eclipsado por la inversión térmica y por una luna esquiva y altanera. Atrás quedan sensaciones lúdicas del fuego que nos deparó la noche más chica del año y del chapoteo de las cabras en su baño ritual en el muelle pesquero del Puerto de la Cruz, que nos evoca al siempre recordado y no siempre comprendido Chucho Dorta "Benahuya". Ah, este verano durará 93 días.