NI POR ASOMO se me ocurrió pensar que mi artículo de la pasada semana me iba a proporcionar tantos quebraderos de cabeza. Y resulta que hablar de actrices guapas y deportistas famosos, como hice yo, es tan problemático como atreverse a escribir sobre Zapatero, Rubalcaba, Ruiz Mateos, Garzón, Franco, Berlusconi…

Lo mío era -eso pensaba yo- un ligero pasatiempo o, a lo sumo, un pequeño tirón de orejas a las personas que suelen emplear, cada dos por tres y sin venir a cuento, estas cuatro palabras: . Más que una moda, parece una enfermedad. Mejor aun: una epidemia. Verán ustedes por qué lo digo.

Estoy leyendo las obras completas de don Juan Millares Carlo y decidí comenzar por el tomo 4º porque los tres primeros hablan de novelas (yo soy muy mayor para leer "La catedral del mar" o para releer "La dama de las camelias"), y poesía (hace tiempo que no leo ni escribo versos, aunque he publicado cuatro poemarios). Así que estoy en los interesantes ensayos del señor Millares. Y ocurre que, nada más comenzar, en la página 17, se me permite leer, con motivo del centenario de Goya, estas palabras: "Se celebra el centenario del hombre que forma, con Cervantes y Calderón, la máxima trinidad del genio español (…) No cabe más justo ejemplo de genialidad hispánica que el que ofrecen estos tres hombres insignes".

Por supuesto que a nadie se le ocurre poner en duda la inmensa categoría de los tres personajes citados. Lo que no puede aceptarse es la exclusividad. Porque, ¿qué hacemos con Lope, Tirso, Quevedo, San Juan de la Cruz…? ¿Y qué hacemos con Velázquez, El Greco, Picasso (para ustedes), Dalí, Murillo…? ¿Y con Cajal, Severo Ochoa, Marañón, Ortega…? Es la exclusividad lo que molesta; el afán de emplear las dichosas cuatro palabras: .

Obligado por las circunstancias vuelvo a mis actrices y a mis deportistas. Ava es la mujer más bella que he conocido; pero quién sabe si lo fue más doña Berenguela, o doña Agustina de Aragón o la inefable Florinda, hija del conde don Julián, gobernador de la Bética; esta mujer hizo perder la cabeza al rey don Rodrigo, quien la mancilló, por lo que su padre, para vengar el ultraje, entregó las llaves del estrecho a los moros, quienes tomaran posesión de nuestras tierras con suma facilidad.

Menos mal que Muza, Tarik, Abderramán, Almanzor, Boabdil y compañía pasaron aquí sus ocho siglos dedicados a construir mezquitas, alhambras, acueductos segovianos, circos, teatros y cosas de esas. Pero, al margen de estos trabajos arquitectónicos, tan hermosos todos, sigo pensando en la belleza de Florinda, que sería la Ava Gardner de entonces. De lo contrario, don Rodrigo no hubiera perdido el seso por ella, dejando abandonada a la pobre Egilona, su esposa, la cual terminó formando pareja de hecho con Abdelasis, de quien me dicen que fue precisamente el vencedor de don Rodrigo en el Guadalete.

Imagino que de las cinco esposas (o seis, no estoy muy seguro) de don Enrique VIII de Inglaterra alguna debió ser bella. Digamos que Ana Bolena. Lo que está claro es que ninguna ha sido la mujer más hermosa .

Me dicen mis contradictores que no aciertan a comprender por qué motivos me olvidé de Lana Turner, Marta Toren, Rita Haywort, Dorothy Lamour, Virginia Mayo, Merle Oberon, Rhonda Fleming y de la española Sara Montiel. Supongo que se referirán a Sarita porque doña Sara es una mujer gorda que fuma puros. En lo que respecta a Sarita no me quedo en la de "El último cuplé" ni en la de "La violetera". Recuerdo más la belleza de otra Sarita anterior: la que compartió estrellato en "Veracruz" con el célebre Gary Cooper.

Y termino con fútbol; pero no con una opinión propia, sino de don Alfredo Di Stéfano. El gran deportista escribió hace unos días que el justo vencedor de ese Manchester-Barsa que tanto ha dado que hablar, era el equipo catalán porque jugó admirablemente, fantásticamente, increíblemente bien. Pero escribió también don Alfredo que el Manchester es actualmente un equipo pasado, casi viejo, gastado, de vuelta de muchas cosas, lo que facilitó la tarea a su rival.

Así que, hasta ahora, nada como aquel Einstrach-Real Madrid de 1960. Quienes pongan en duda tal afirmación que pregunten en la BBC de Londres. De todas maneras, yo me guardaré muy mucho de escribir esas cuatro palabras que dicen .

Y me pregunto: ¿Es esto un artículo?