Rociar la estratosfera con aerosoles de sulfato para reflejar la luz solar en el espacio, arrojar limaduras de hierro a los océanos y manipular genéticamente las cosechas para darles colores más claros que también reflejen los rayos de sol son algunas ideas de la geo-ingeniería para combatir el cambio climático.

Estas propuestas, que suscitan recelos en grupos ecologistas y de derechos humanos, se presentarán en una próxima reunión de expertos en Lima, según documentos del Grupo Internacional sobre el Cambio Climático filtrados al diario británico The Guardian.

Otras podrían ser la puesta en órbita de grandes espejos en el espacio para proteger a la Tierra de los rayos solares, rociar agua marina en las nubes con el mismo objetivo, pintar de blanco calles y tejados en todo el mundo y buscar la forma de absorber los gases invernadero de la atmósfera y hundirlos en los océanos.

Esta semana, más de 125 grupos medioambientales, de desarrollo y de derechos humanos de cuarenta países enviaron una carta al premio Nobel Rajendra Pachauri en el que se le advertía de que el Grupo Internacional sobre el Cambio Climático, que preside, no tiene mandato para considerar la legalidad o la idoneidad política de la geo-ingeniería.

"Preguntar a un grupo de científicos especializados en geo-ingeniería si debe seguir investigándose en ese campo es como preguntar a un oso si quiere más miel", rezaba la carta, firmada por Friends of the Earth International, la ONG Vía Campesina y el grupo ETC, que se ocupa de temas relacionados con las nuevas tecnologías.

La geo-ingeniería "no es una cuestión científica sino política. Las organizaciones internacionales de campesinos, los pueblos indígenas y los movimientos sociales han expresado todos ellos su radical oposición a tales medidas que constituyen una falsa solución a la crisis climática", agrega el escrito.

Al igual que Estados Unidos, Gran Bretaña apoya las investigaciones en materia de geo-ingeniería y ha invertido millones de libras en proyectos de ese tipo como un plan de la Universidad de Bristol para desarrollar una especie de "manguera" que se sostendría gracias a una serie de globos y que serviría para enviar sulfatos a la estratosfera.

En una carta enviada a The Guardian, Georgina Mace, profesora de Medio Ambiente del Imperial College, de Londres, y Catherine Redgwell, profesora de derecho internacional del University College London, afirman que las investigaciones en geo-ingeniería ya han comenzado y que si no se crean estructuras internacionales de gobernanza puede haber pronto funcionando mecanismos carentes de las necesarias salvaguardas.

Pero, según el resumen del trabajo que presentará en Perú la próxima semana, Redgewell no considera necesaria la adopción de nuevas leyes.

"Un tratado multilateral sobre geo-ingeniería no es probable ni deseable", explica la experta británica, según la cual esta ciencia es un "bien público" y debería haber participación pública en los mecanismos que se adopten.

Sin embargo, Diana Bronson, del citado ETC Group, rechaza que la geo-ingeniería sea un bien público y añade que "podría convertirse en un gigantesco escándalo internacional con desastrosas consecuencias para los pobres" del planeta.