QUE CONSTE que siempre que nos referimos a los políticos y similares estamos hablando desde un plano, o ángulo, o prisma, o punto de vista político. Respetamos su intimidad y sus aspectos familiares y personales, en los que no entramos.

Hay que ir a por José Rodríguez. Esa es la consigna imperante en un sector de CC "no en todo este partido, aunque los miembros que guardan silencio se convierten en cómplices de los bellacos" molesto con la línea que sigue el director y editor de EL DÍA. Su patriotismo, su naturaleza canaria y su integridad como persona lo hacen inmune a los ataques de sus infames enemigos "las serpientes solo son capaces de morder el carcañal" pero, a pesar de esos fútiles intentos de silenciar a la voz de los canarios que quieren ser libres, la consigna, lo repetimos, está clara: hay que acabar con José Rodríguez por la vía indirecta; la del agotamiento. Muchas son las artimañas empleadas por los falsos nacionalistas de CC. Nos reafirmamos en lo de "falsos" porque lo son; porque efectivamente no son nacionalistas sino, lo repetimos, falsos nacionalistas que están dedicándose bajo ese epígrafe político al mercantilismo, al caciquismo y a explotar al pueblo situándolo, para beneficio propio de esos mismos políticos, en una miseria desconocida hasta ahora en Canarias; en una miseria que no se conocía desde los tiempos de la conquista, pues antes de que llegaran los invasores castellanos y las tropas mercenarias estas eran unas islas afortunadas; una tierra agraciada. Sin embargo, hoy vivimos en una tierra de miseria, de miserables, de hambrientos y de parados, presidida por el páter familias que padecemos y que se llama Paulino Rivero; la gran desgracia que le ha caído a última hora a este Archipiélago.

El PP y su presidente, José Manuel Soria, que son partido y persona merecedores de nuestro respeto, y cuyo espíritu y conducta conservadores, moral, buenas costumbres y decencia aceptamos y elogiamos a pesar de las discrepancias entre islas, y a pesar de su bandera canariona que se vino abajo, ganaron las elecciones. Ganaron con un sistema electoral con el que estamos totalmente en desacuerdo, pero ganaron: en consecuencia, José Manuel Soria y su partido deben presidir el Gobierno de Canarias. Y deben hacerlo esta vez desde la sede de Santa Cruz de Tenerife, que es lo que corresponde en esta legislatura debido al sistema alternante que prevé el Estatuto de Autonomía. Ya veremos qué sucede cuando seamos una nación con su Estado y su Constitución. El empeño de Paulino Rivero de ser presidente aun a costa de pactar contra natura, y de forma política tan abominable, resulta deplorable por los fines inconfesados e inconfesables que persigue. ¿Y cuáles son esos fines? Pues, practicar el amiguismo; es decir, favorecer a los amigos y tratar bien a quienes no lo critican y se pliegan a sus deseos totalitaristas y totalitarios, todo ello, lo repetimos, bajo el techo de un nacionalismo que ha perdido el norte nacionalista. Porque no puede llamarse en modo alguno nacionalismo a ese mercantilismo que practican algunos políticos de CC, empezando por su presidente. No se debe mezclar la política con los negocios, incluso si se trata de negocios honestos. No se le pueden conceder tantas emisoras de radio a un conocido amigo del señor presidente del Gobierno. El presidente es libre de tener cuantos amigos desee, pero la moral política "y también la moral a secas" impide mezclar los afectos personales con la acción de gobierno, porque entonces el político ya no tiene en cuenta el bien común, el bienestar de todos los ciudadanos, sino solo el de unos pocos. No podemos olvidar que por culpa de ese amigo del presidente "una persona por lo demás muy respetable y apreciada en esta Casa" hubo una pelea en el Cabildo de Tenerife que forzó la dimisión de la consejera de Obras Públicas. De nuevo el amiguismo pudo más que la razón. ¿Nacionalistas? Y un jamón. Puros mercantilistas y, lo que es peor, de un egoísmo que les impide ver, y si lo ven les importa un pepino, la cucurbitácea del hambre que pasa el pueblo. Un egoísmo que les impide ver la miseria, el paro y la desgracia de la juventud. Y don Paulino tan campante, tan alegre y tan pimpante porque "ande yo caliente y ríase la gente".

Brevemente entramos en unas cuantas consideraciones sobre las concesiones de emisoras de radio. Resulta evidente que don Paulino y los dos bergantes que lo asesoran ?ignorante y sin estudios ni preparación uno; niño de papá político el otro? han querido callar algunas bocas que hasta ahora han sido críticas. Por eso han repartido emisoras, como si se tratara de una lotería o una feria, a un grupo de prensa de Las Palmas aunque con un caballo de Troya en Tenerife y también, acaso para mayor afrenta nuestra, a un chulón capicúa que insulta, difama, envilece y denigra diariamente a las personas más decentes de estas Islas.

Ciertamente, don Paulino está rodeado de la hez política de Canarias. De otra forma no se entiende que alguien que tanto dice defender a los trabajadores canarios permita que muchos empleados de emisoras de radio canarias vayan al paro, mientras se le conceden licencias alegremente a empresas peninsulares. ¿Cómo se entiende esto? ¿Qué coño nacionalismo es este? ¿Qué méritos han tenido algunos para recibir más de treinta emisoras, mientras se deja sin nada al principal grupo de comunicación de Canarias? ¿Por qué se nos niega siempre el pan y la sal, empezando por no concederle el merecidísimo Premio Canarias de Comunicación a José Rodríguez? Esto no va a quedar así, máxime cuando esas concesiones se han realizado dentro de la caducidad.

Acabamos este editorial repitiendo que el Partido Popular ganó las elecciones y debe gobernar. Y eso no tiene vuelta de hoja porque es la voluntad del pueblo, aunque aleguen que todos los votos son válidos. En el Cabildo la componenda ya se consumó. En el asunto de las radios quedan unos días para la concesión definitiva. El Parlamento está por constituirse. Ya veremos quién sale investido presidente. Esperemos que no sea el señor Rivero, por practicar el amiguismo y por alta traición al pueblo canario que confió en él. Al igual que lo hicimos nosotros. Como independentistas no nos vale un partido conservador como el PP, pero mientras no lleguen al Parlamento los auténticos patriotas sabemos que el PP al menos defiende el orden, la moralidad y la decencia.

El Parlamento está pendiente, como decimos, pero escuchen nuestra opinión sobre la alcaldía de Santa Cruz. Hemos abogado siempre para este cargo por un hombre de la talla de García Sanabria o por una alcaldesa de la talla de una Rita Barberá tinerfeña, o de una Esperanza Aguirre o de una Cospedal. Todas ellas son mujeres patriotas de su patria española, como debería ser un patriota don Paulino de su nación canaria. Pero no lo es porque está rodeado de asesores envidiosos e infames a los que no les preocupa el hambre de su pueblo. Si a don Paulino le preocupase el pueblo, hace tiempo que habría pedido la independencia. Además, no perseguiría a los patriotas. Opinamos que la Alcaldía de Santa Cruz debe obtenerla quien ganó las elecciones: Cristina Tavío. José Manuel Bermúdez no puede ser alcalde porque, siempre a nuestro juicio político, no tiene ninguna estatura política y es un atrevido. Julio Pérez es persona muy válida, una figura política de relieve, pero también es un hombre de partido y tiene que obedecer a Las Palmas. Eso quiere decir que los proyectos de Santa Cruz no saldrán adelante.

Y concluimos. Don Paulino, por su pésima gestión, por su rencor, por su torpeza, por su falta de talento e inteligencia, por sus obras o sobrada astucia caciquil y campesina en el sentido de campesino no bueno, como la mayoría de los campesinos, sino de hombre de campo resentido, debe reparar esta felonía cometida contra el periódico EL DÍA, pues es indicativa de su mala uva, de falta de sentimientos patrios. Y una vez que la haya reparado, debe abandonar no solo el panorama político sino también la Isla. Debe marcharse a la isla de enfrente, que tanto le gusta a él como a su quícara en Madrid o, si lo prefiere, a España con los españoles. Lo que no puede es quedarse en Canarias después de lo que ha hecho.