1.- Dicen que me han puesto a parir, a causa de mi postura ante los greñudos de la Puerta del Sol. Los de Democracia Ya no están ahí, se han ido, desbordados por los acontecimientos. Dicen que no les manda ya la intendencia y que los sindicatos han claudicado y hasta le rechazan la cerveza a JoaquínSabina, que se metió en terreno pantanoso intentando dar de beber a los sedientos de sus quinientas noches. Quedan los greñudos, los del no a todo, los antisistema y la madre que los parió. Y, como comprenderán, a mí me la renflanflinfla si me llaman fascista por decir que están cagándolo todo, que son unos merdellones, que estropean el espacio público y perjudican al comercio de la zona de su acampada, molesta, contumaz y desgraciada. ¿Quieren más? Pues opino que es preciso desalojarlos cuanto antes porque en un Estado de Derecho, como se supone que es éste, la libertad de cada cual termina donde empieza la de los demás, que eso me lo enseñaban a mí, en tiempos de Franco, en la asignatura de Formación Política, que es como la de Educación para la Ciudadanía, pero al revés. Allí aprendías a comportarte y en ésta a hacer lo que te da la gana. Fíjense el poder de los progres de andar por casa que van a obligar a rectificar el diccionario editado por la Academia de la Historia porque en él no se llama dictador a Franco, sino que al parecer se dice que ejerció el poder bajo un régimen totalitario. ¿Y no es lo mismo? Está claro que Franco fue un dictador, pero si su régimen fue totalitario, y eso se dice en el texto de la biografía del general, se sobreentiende lo demás. Pues no, a la hurgatoria, a repetir el diccionario. Espero que los ejemplares editados sí valgan, que no los tiren, como los pepinos, al barranco. Bueno, pues volviendo a los de la Puerta del Sol, con las porras no, que a mí no me gusta que le peguen a nadie, eso sí que no; pero un agüita les vendría bien porque estos le huyen al agua como los gatos. Un baldeado los dejaría limpitos que da gusto y sin ganas de repetir, así que recomiendo lo del agua a los Mossos en la plaza de Cataluña y a la pasma secular en la del Sol. Aguarlos, aguarlos un poco para que se aflojen esas greñas y se desprendan las ladillas, que son ya muchos días de acampada montaraz y seca. Porque, si no, vamos a tener la bacteria del pepino aflorando, gigantesca, en el kilómetro cero y seremos otra vez, en esta ocasión con merecimientos, la preocupación de Europa. No hay nada como el agua del Lozoya para aliviar la tensión y para domeñar amablemente a quienes ya se creen que la Puerta del Sol y la otra son sus casas. El agua, en forma de cuba de la limpieza o de tormenta de verano, que el sistema no importa si el fin es la dispersión y la higiene. Y eso.

2.- Aquí la cosa de la Democracia Ya no ha hecho fortuna; un puñado de ellos acampa en la Plaza de la Candelaria, que pronto será un estercolero. Pero son pocos, veinte o treinta. Como no tienen nada que hacer porque la mitad no trabaja, porque no encuentra dónde, y la otra mitad no quiere trabajar, pues se ponen allí a hablar de sus cosas, a achuchar a sus novias y a sus novios y a cerrar los ojos y verse en París, en mayo del 68. Donde sus padres les habían dicho que estuvieron y no estuvieron, porque casi nadie fue a Francia en mayo del 68, sino yo y dos o tres más. Yo no me enteré de nada porque estaba en un hotel cepillándome a una novia tan terca en eso del amor que odiaba la calle y me secuestró en la chambre hasta que acabaron las revueltas estudiantiles. Es que no escuché ni el ruido que hacían, que al parecer era mucho, porque aquel amor de juventud gritaba más que ellos. Lo único que me traje de París en aquel Fiat 500 en que viajamos desde Sevilla fue un disco de Jacques Brel, que andando los años le vi a un gran coleccionista de vinilos, José Antonio Pardellas, querido amigo y compañero.

3.- La noticia triste de la semana fue la muerte de GilbertoAlemán. Cuando la UPC, se armó un fuerte tenderete en el Ayuntamiento de Santa Cruz. En un pleno se pelearon los concejales y el público y unos desalmados obligaron a Hermoso a desalojar la sala. Me contaba Gilberto, a la sazón concejal, que en medio de aquel caos, de aquella batalla campal, miró de pronto para un rincón del salón y vio a Julián Ayala, edil comunista, querido compañero también, abrazado a un crucifijo, que había rescatado de la presidencia para que los energúmenos no lo dañaran. Gilberto era eso, un águila para la noticia, para sacar punta a las cosas, un hombre muy bueno pero con una terrible mala leche y una ironía tremenda. Siempre me distinguió con su amistad y yo lo quería mucho. Llevaba semanas pidiéndome una biografía mía para un libro que estaba escribiendo y yo no le hice ni caso. Me ha dado mucha pena su desaparición; con él se va un periodista de mucha raza. Trabajé con él en Radio Club y en Radio Burgado -cuando se peleaba con Radio Club-. Hicimos fantásticas tertulias en las que se hablaba de molinos de viento y de todo. Por cierto, excelente la entrevista que TVC repuso el otro día y que le hizo a Gilberto Carmelo Rivero. Un consejo a Carmelo: que se fije en las respuestas del invitado y que no empiece a preguntar como una metralleta a mitad de esa respuesta, casi siempre mucho más interesante que la pregunta. Carmelo es un gran periodista, pero tiene ese defecto. El entrevistador debe mostrar sumo interés en lo que responde el invitado, meterse en la trama, y no estar pendiente de lo que le va a preguntar después. Como dice Calero, gracias por mi opinión. Gilberto, amigo, en paz descanses. Ya estás con tus molinos.

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