Andrea Gillies confiesa que su vida no ha vuelto a ser la misma, que ella tampoco lo es, que la experiencia de cuidar a su suegra enferma de alzhéimer ha sido devastadora y que, aunque parezca duro decirlo, no lo volvería a hacer. Y es que "para cuidar a una persona con demencia no es suficiente el amor", dice.

"Hacen falta recursos, y no solo económicos. También conocer técnicas para hacer frente a la situación. Las familias necesitan, ante todo, información para convivir con una enfermedad que es muy dura", añade Andrea Gillies en una entrevista con Efe.

Así de clara se muestra Gillies al hablar de lo vivido hace apenas cinco años cuando, "por amor", decidió dejar su profesión -hasta entonces trabajaba como periodista "freelance"- para cuidar a sus suegros.

Ella, su marido y sus tres hijos tomaron juntos la decisión de dejar casa y vidas para trasladarse a un bello y tranquilo lugar de la costa escocesa con el propósito de volcarse en el cuidado de los padres de él.

Morris estaba muy enfermo y postrado en una silla de ruedas, aunque con la cabeza lúcida, y el cerebro de Nancy mostraba ya los primeros síntomas de una enfermedad, el alzhéimer, que en poco tiempo borró de su mente lo que para cualquier ser humano es un gran tesoro: la memoria.

Y lo que confiaban sería una experiencia beneficiosa para todos, aunque difícil, acabó en una historia de sufrimiento "profundo, incesante e irremisible" que duró dos años y que ha dejado un recuerdo amargo en sus protagonistas, especialmente en Andrea, quien, una vez liberada y echando mano de su oficio, decidió contarla por escrito.

"Las amapolas del olvido" (Temas de hoy) es el resultado. Un libro que llega a las librerías españolas después de convertirse en un superventas en el Reino Unido, donde la televisión pública, la BBC, rueda actualmente una serie basada en lo vivido por Andrea Gillies y su familia. Un texto "impactante, lúcido y turbador", en palabras de la escritora y periodista española Rosa Montero.

Escribirlo ha servido a Gilles de "desahogo, de denuncia, ha sido un ejercicio de sinceridad,...una catarsis". Además, con él pretende servir de ayuda a quienes, como ella, se den de cara con una enfermedad, la demencia, el alzhéimer, que "nunca debe vivirse en el estricto ámbito familiar".

Los gobiernos, "y más en momentos como los actuales, de crisis económica y recortes sociales", se empeñan "en decir que lo mejor para los enfermos de alzhéimer es que vivan en familia. Pero no dicen la verdad, porque llega un momento en que la convivencia es imposible", afirma Gillies.

Por eso exige una mayor inversión pública en la construcción de centros en los que poder vivir "en paz, con sosiego" una enfermedad que, poco a poco e inexorablemente, destruye ese superordenador que llevamos alojado en la cabeza y que es el cerebro.

"La mayoría de la gente -dice- cree que el alzhéimer, como otros tipos de demencia, es triste, porque no recuerdas a tus amigos, a tu familia, qué hiciste ayer... Pero no sólo es eso; es que no recuerdas absolutamente nada de ti mismo. Es lo más trágico, porque el enfermo tiene miedo a todo, nada le resulta familiar".