La madre perfecta no existe, según la filósofa francesa Elisabeth Badinter que alerta contra las nefastas consecuencias que la actual ofensiva naturalista puede tener en las conquistas de la mujer y defiende una maternidad en equilibrio con otras aspiraciones personales y profesionales.

Únicamente la obtención de ese "difícil equilibrio", subraya hoy Badinter en una entrevista telefónica con EFE, puede salvar el "conflicto interior" provocado por la culpabilidad de no ser una "buena madre" y la frustración de tampoco ser "una mujer plena".

"La madre perfecta no existe. Hay algunos pequeños milagros de madres formidables que saben encontrar la buena distancia con sus hijos a lo largo de la vida, para no estar demasiado ni poco presentes. Eso es tan raro de encontrar como Mozart", dice.

Dejando a un lado a las malas madres, "el resto, la mayoría, somos -asegura- mediocres, hacemos lo que podemos, desde que el niño nace nos sentimos muy responsables y cada vez más, porque la barca de deberes maternales no deja de aumentar".

La exaltación del modelo de la "madre perfecta" o la "buena madre" no sólo es una "estafa" sino un "enorme retroceso" en la igualdad de sexos, señala esta reconocida ensayista, pues explica que al situar al bebé en el centro de su vida relega su desarrollo personal, su trabajo y su pareja.

Esta nueva concepción de la maternidad, que Badinter (París, 1944) denomina la "revolución, o más bien involución, silenciosa" desarrollada en los últimos veinte años, ha sido posible gracias a una confluencia de factores y corrientes de pensamiento.

Se trata, afirma en su polémico último ensayo "La mujer y la madre" (La Esfera de los libros), de la "santa alianza" de los reaccionarios: los ecologistas y las feministas radicales.

Ambos, aunque por diversos motivos, han contribuido al exitoso retorno de prácticas "naturales" consideradas mejores para el bebé, como dar el pecho a demanda durante los primeros seis meses de vida y de forma complementaria hasta los dos años, o sublimar el "instinto maternal", un "mito" en el que Badinter, madre y abuela, no cree.

La "buena madre ecológica" va incluso más lejos en su regreso a "lo natural", se exclama esta líder feminista, al rechazar la epidural, dar a luz en casa, desterrar los biberones, ya que son de plástico, e incluso los pañales desechables, por amor a los árboles.

Y es que en menos de una década, desde finales de los años setenta a principios de los ochenta, la teoría feminista, según Badinter, dio un giro de 180 grados, dando la espalda al enfoque culturalista de Simone de Beauvoir, que preconizaba una política de igualdad y de mezcla de sexos en virtud de su parecido, ya que es más importante lo que les une de lo que les distingue.

Una nueva generación de feministas considera, por contra, que la feminidad no es solamente una esencia, sino una virtud cuyo núcleo es la maternidad y a partir de la cual es posible reconstruir un mundo más humano y más justo.

"Lo que hay que hacer, por el contrario, es reivindicar nuestra diferencia identitaria y convertirla en un arma política y moral", considera Badinter, quien alerta también a las mujeres del peligro de volver al hogar para ocuparse de los niños.

El riesgo es doble, ya que reengancharse a la vida laboral es extremadamente difícil, y más en el actual contexto de crisis, y además las pone en una situación de fragilidad económica de cara al futuro, pues actualmente los índices de divorcio son elevados.

Ante ese modelo tan exigente de maternidad, Badinter ha observado, con estudios estadísticos en mano, que en los países occidentales aumentan los índices de mujeres y parejas sin hijos.

Tendencia que según muchos demógrafos y sociólogos continuará, y como ningún país puede permanecer mucho tiempo indiferente a su tasa de natalidad, ya que a la larga están en juego sus pensiones, poder y supervivencia, Badinter aboga por una reforma feminista en profundidad de la sociedad, tanto política como empresarial, y por una política familiar que coopere de forma decidida con las mujeres.

Y sobre todo, concluye, hay que liberar a la mujer de las presiones y, aunque no hay una madre perfecta, la que más se le parece es, según la filósofa francesa, la que "no está sumida en la frustración y la desesperación, la que está contenta y satisfecha".

Y sobre todo, subraya, "hay que ser un poco filósofo: somos madres humanas, no divinas".