PROSPERA el mercader. Antigua ocupación de fenicios, fariseos, genoveses y holandeses errantes. Tan alejada de la doctrina. Regatea el moro en el zoco. Y el chino ejerce como tal y no se deja engañar. "Por una sonrisa un cielo", declama el poeta… Todo tiene su precio.

Comprar y vender. Parece fácil. Me apunto. Quizás la actividad económica más popular, comprar y vender. Todos somos compradores a diario y nos atrae convertirnos en vendedores, pasar al otro lado del espejo, al otro lado del mostrador. De niños los tomates eran pequeñas bolitas de plastilina roja y los plátanos churritos de plastilina amarilla. Todos tenemos dentro un comerciante. La tentación de poner una tienda; "¿en qué le puedo ayudar?". Una salida profesional, quizás, en estos tiempos que corren.

Mas el éxito comercial no está al alcance de cualquiera. Una actividad que exige conocimiento y experiencia; observar al tendero no basta. Cuántos fracasos que eran buenas ideas, ilusiones malogradas.

La actividad comercial exige saber comprar aquello que demandarán nuestros clientes, que no lo sabemos a ciencia cierta; requiere fijar los precios de venta en base al coste de esa compra y a los gastos de estructura; precisa mantener el stock sin roturas, reponerlo, mimarlo, hacerlo rotar. Y no es suficiente exponer los productos al público: el consumidor exige atenciones, intangibles que ofrezcan valor añadido. Hay tanta competencia...

El comerciante cultiva la empatía, es experto en las personas, en el trato con los proveedores, con el personal propio que lo ayuda y con los clientes.

El que pretende triunfar en el mundo del comercio debe dominar los instrumentos financieros: para qué, cuál conviene usar en cada momento, cómo y cuándo financiar las operaciones, en qué plazo. Debe gestionar su tesorería con precisión suiza, el negocio va de eso. Necesita implantar y utilizar a diario herramientas de control contable, dominar la actividad en números, no en sensaciones, detectar qué marcha bien y aquello que deba corregir.

En nuestro sistema de libre mercado, tan poco proclive a la regulación, debemos exigir responsabilidad al empresario del comercio en la fijación de los precios, en la calidad de lo que oferta; ser barato no es el único camino. Responsabilidad con la competencia y con el consumidor.

En esta época complicada prevalece el ejercicio profesional de la actividad comercial, los aficionados han cerrado ya. El ajuste de la oferta a la demanda real ha producido enormes distorsiones: liquidación de stocks por debajo de su precio de coste, cierres y despidos. También se ha frenado algo la proliferación de nuevos actores inexpertos.

El comercio se enfrenta a una nueva coyuntura que requiere pies de plomo. Y el turismo crece, tándem perfecto.

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