1.- Las cartas de MahatmaGandhi a un culturista y arquitecto alemán, encontradas ahora y sacadas a la luz en un libro por el premio Pulitzer JosephLelyved, revelan que el padre de la patria hindú chutaba con los dos pies. Es decir, lisa y llanamente, era maricón. Quien se la empujaba por retambufa, según él mismo reconoce en sus misivas al amante, era HermannKallenbach. Ambos se conocieron en Sudáfrica, donde Gandhi vivió un exilio. Allí pescó al culturista, a quien el hombre sentado llega a decir en sus apasionadas epístolas: "Has tomado posesión completamente de mi cuerpo". Hay alusiones a la visión erótica de la vaselina y a la promesa de ambos de no mirar jamás a una mujer. Y lo peor de todo es que quien cuente esto en la India va derechito a la mazmorra, pues una ley impide hablar mal del Mahatma, aunque esto no sea precisamente hablar mal porque sarna con gusto no pica.

2.- Gandhi, según sus sentencias y recomendaciones, promovía la ausencia de sexo entre hombres y mujeres, aunque hasta ahora no había dicho nada de las relaciones homosexuales. El pensador indio se separó de su esposa, la pobre, y se dedicó a estar sentado todo el día, en un cojín blanco y con túnicas cubriéndole parte del cuerpo; semidesnudo. No comprendo, después de haber leído las referencias del libro de Lelyved, que fue editor ejecutivo de The New York Times, cómo Gandhi podía permanecer en esa posición, después de aguantar las tarascadas del forzudo. A no ser que el soporte de su pompis fuese un colchoncillo relleno de vaselina, pócima deslizante y al parecer muy socorrida en estos casos. Añade Gandhi en esas misivas que la mera visión de la vaselina lo sorroballaba todo (a él, al indio).

3.- A este paso no se va a escapar nadie del vasioletismo al uso. Hasta Ghandi, un ser más bien asexuado, se revela ahora como un amante pasivo de culo en flor, lo que a uno le causa no poca extrañeza. Y no porque cada uno no pueda tomar por retambufa con quien quiera, y más en estos tiempos en que ser maricón vale mil puntos en el currículo (¿lo cogen?), sino porque no me podía imaginar, ni yo ni ustedes, que el Mahatma también fuera gay. Esas cartas pueden justificar las recomendaciones de Gandhi, quien estimaba que no había nada más feo que las relaciones entre un hombre y una mujer. No digo yo.