La presentación de "TransformaEspaña" (con las palabras pegadas para seguir todos los tics del moderno márketing) en la sede de Caja Siete resultó todo un síntoma de uno de los problemas en que más incide el informe: la debilidad de la sociedad civil. Apenas se llenó la mitad del salón de actos; muy pocos empresarios presentes para enterarse de lo que opinan los presidentes y consejeros delegados de las principales compañías españolas; ni un solo político del PSC... Curiosamente, los más interesados en saber cómo se puede transformar España fueron el jueves los nacionalistas (José Miguel Ruano, por ejemplo). Otro dato: Eduardo Serra admitió que solo se había contado con un empresario canario para el panel de opinantes; primero aceptó y luego renunció. En ese momento estaba presente en el salón de actos de Caja Siete, dijo Serra, pero no podía desvelar su identidad si él no lo hacía. Naturalmente, no lo hizo. Con tales antecedentes aquello no podía acabar de forma brillante: cuando llegó el turno de preguntas del público, que naturalmente no había tenido tiempo de leerse el informe, que se entregaba a la entrada, los localismos, el despiste y la pura ignorancia hicieron estragos en la paciencia de los presentes. Demasiada como para esperar más allá de la tercera y surrealista intervención.