"EL ÍNDICE de miseria se dispara en Canarias". Ese era el titular que aparecía en la portada del periódico EL DÍA el pasado 11 de marzo. Y como consecuencia de la información, que difundieron también el resto de los medios de comunicación, no solo del Archipiélago sino del conjunto de España, recibí llamadas telefónicas de esos medios para aclarar, ampliar, confirmar, etc. la noticia que emanaba de la Asociación de Grandes Empresas de Trabajo Temporal. Y me sorprendió que se sorprendieran (valga la redundancia) por una información que Cáritas había dado con anterioridad. Claro que no con palabras tan duras como "miseria", porque lo que dijimos es que "Canarias tenía más de un 30% de la población bajo el umbral de la pobreza". Como también que más del 38% de los menores de edad están en esa situación (confirmado no hace mucho por Unicef, que cifra el dato en el 40%). Y que más de un 35% de los mayores de 65 años está en ese umbral… y que todo ello tiene una consecuencia u origen, que es el desempleo (el 30% de la población activa de Canarias está en paro). Ya lo dice también Agett cuando se refiere a que hay abismales diferencias entre comunidades (recordemos que el País Vasco tiene un índice del 13,33% frente al 30,61% de Canarias), como consecuencia del deterioro del mercado de trabajo que padecemos en nuestra región. Canarias ha aumentado el indicador de la miseria en 15,7 puntos.

Y todavía hay quienes preguntan: ¿pero eso es real?, ¿hay en Canarias personas en esa situación…? ¡Pero si los restaurantes siguen llenos de gente los sábados, domingos y festivos…! Yo solo les invito a los incrédulos a darse una vuelta cualquier día entre las 12 y las 13 horas por alguno de los comedores sociales (el de la calle de La Noria, en Santa Cruz, o el de San Juan y el de las Vicencianas, en La Laguna), donde verán no únicamente a las personas de la calle, aquellas que no tienen ni siquiera donde cobijarse y que se sirven del mobiliario urbano para descansar o dormir (cuando les dejan), sino también a quienes hace muy poco disfrutaban de un buen empleo y una buena posición económica. Y a esas personas es posible que las veamos comiendo en compañía de sus hijos que, ese día, no tienen colegio o no han podido ir, y por tanto no tienen la comida escolar.

Lamentablemente, la pobreza sigue creciendo. Y hay un dato muy alarmante, porque está incrementándose la feminización de esa pobreza. Hasta que no comencemos a crear empleo será así, porque "el colchón familiar" en el que "se acuestan" muchas personas está llegando a límites insospechados y los muelles ya no pueden seguir soportando tanto peso. Por otro lado, la economía sumergida en la que se están salvando muchas familias se está saturando. Los "cáncamos" ya no abundan y ahora hay más gente que los hace que quienes los solicitan… Los ingresos de las administraciones públicas son cada vez más escasos (claro, día a día se cierran más empresas y disminuyen los sueldos de quienes aún tienen la suerte de seguir trabajando); por tanto las ayudas a quienes las demanden serán más escasas y se acabarán. Cáritas tiene limitados sus recursos, dependemos de las subvenciones en unos casos y de las aportaciones de ustedes en la mayoría de las acciones sociales. Desde luego el panorama no pinta muy halagüeño, pero es que la situación en que estamos inmersos hace que veamos un horizonte con más nubes negras que claros por donde sobresalga el sol.

Las mujeres que acuden a los servicios de Cáritas son muchas veces víctimas de múltiple discriminación, por su condición de género y por otros factores relacionados con la etnia, la edad, la posición socioeconómica y el nivel educativo, entre otros. La acción de Cáritas a favor de la dignidad de las mujeres tiene una dimensión global. Son ellas, en numerosas ocasiones, los agentes más cualificados y activos tanto en los proyectos de desarrollo como a la hora de garantizar una adecuada gestión de la ayuda. En la situación actual de crisis económica y social, Cáritas llama la atención sobre el hecho de que las mujeres, y especialmente las mujeres migrantes y aquellas que tienen responsabilidades familiares no compartidas, son las más expuestas a las situaciones de precariedad y las más necesitadas de apoyo.

He podido leer estos días en algún medio de comunicación que "el bienestar social en España se ha mantenido siempre en posiciones de suspenso" y que "el Barómetro Social de España refleja que en 16 años, mientras los indicadores monetarios han ido al alza, el bienestar social de la población apenas ha mejorado. Y claro, debemos saber que todo esto ha sido ya dicho por Cáritas en su último informe FOESSA, precisando que la desigualdad en la distribución de la renta y del patrimonio se han polarizado aún más como consecuencia de la crisis, con resultados negativos y directos hacia una mayor tasa de hogares en pobreza y una profunda zanja en el reparto de la riqueza.

Pero a pesar de lo dicho, a pesar de esos nubarrones, tengo la personal esperanza y fe en que el sol saldrá para todos y que nos beneficiaremos de sus rayos para poder entrar en calor, dejando atrás ese frío que invade nuestro ser. Pero también quiero decirles a quienes aún disfrutan de rentas que no se olviden de los que carecen de ellas. Que no es una utopía el decir que a pocos pasos de nuestra confortable vivienda hay un ser humano carente de techo, o que un niño lleva dos días comiendo un panecillo por toda alimentación.

Sigo confiando en ustedes y por eso les agradezco profundamente la lectura de estas líneas, en el convencimiento de que seguirán compartiendo incluso lo necesario.

Diocesana de Tenerife