En su primer discurso a la nación desde que comenzara la ola de protestas en Siria, el presidente Bachar al Asad aseguró ayer que las reformas políticas no deben llevarse a cabo bajo coacción y que el país es víctima de una "gran conspiración". Al Asad, que se enfrenta a una presión interna sin precedentes desde que subió al poder en 2000, indicó que estas reformas no son prioritarias y no pueden estar ligadas a razones temporales o al clima de revueltas en la región.

"Las relaciones entre el pueblo y su Gobierno no deben construirse bajo presión", dijo el gobernante sirio, un día después de aceptar la renuncia del Ejecutivo encabezado por Mohamed Nayi Otri, en un intento de acallar las protestas.

En un discurso ante el Parlamento, Al Asad recordó que las resoluciones de levantar el estado de emergencia, vigente desde 1963, y dar más libertades civiles y políticas fueron tomadas en 2005, en una época en la que "no había presiones".

"Ese fue el comienzo del proceso de reforma. Es cierto que vamos con retraso, pero esto se debe a que hay otras prioridades", señaló.

Aunque subrayó que la principal prioridad es "la seguridad de Siria" y que esto es "un hecho y no una justificación", también afirmó que el país no puede mantenerse sin reformas, porque ello sería "destructivo".

"Ahora discutiremos sobre todas las leyes de las que hemos hablado. Un calendario para esto es una cuestión técnica. Queremos dar pasos rápidos pero no queremos tomar medidas precipitadas", agregó.

En cuanto a la derogación de la Ley de Emergencia, Al Asad se limitó a recordar el anuncio realizado el jueves pasado, en el que el régimen se comprometió a le-vantar esta medida de excepción pero sin dar fecha.

Ese día, cuando también se prometió redactar nuevas leyes de prensa y de partidos políticos y aumentar los sueldos de los funcionarios, coincidió con protestas en varios puntos del país y fuertes choques en la ciudad meridional de Deraa.

Esta ciudad ha sido el epicentro del inicio de las protestas contra el régimen de Al Asad, que el viernes pasado se extendieron también al noroeste, a la ciudad portuaria de Latakia.

En esta ola de protestas que comenzó a mediados de mes han muerto unas 130 personas, según cálculos de activistas de la oposición, aunque, según el Gobierno, los muertos son una treintena

Refiriéndose a las últimas protestas, Al Asad dijo estar preocupado por "el derramamiento de sangre de los sirios", y prometió una investigación para depurar responsabilidades. No obstante, dijo que la Policía recibió instrucciones de evitar que hubiera heridos durante estas manifestaciones e insistió en que Siria está siendo víctima de una "gran conspiración".

Resistencia contra Israel

"El último objetivo de la conspiración contra Siria es que renuncie a la resistencia contra Israel". Siria siempre ha apoyado a grupos considerados terroristas por Israel como el libanés Hizbulá y el palestino Hamás.

En este sentido, Al Asad matizó que "lo que está ocurriendo no es sólo una conspiración" y que no todos los que están saliendo a la calle son conspiradores.

Sin embargo, en su opinión, lo que pretenden las protestas es que el régimen sirio renuncie a sus principales prioridades, que son mantener la unidad y la estabilidad del país y satisfacer las principales necesidades de la población.

Las protestas políticas han reavivado también las tensiones sectarias por primera vez en décadas en Siria, donde la mayoría de la población es musulmana suní, pero existen también importantes minorías cristiana, kurda y alauí, a la que pertenece Al Asad.

Aunque el martes cientos de miles de personas salieron a la calle para mostrarle su apoyo, las protestas en su contra han sido un duro golpe para Asad, que en enero aseguró que Siria era "inmune" a la ola de revueltas en el mundo árabe porque él estaba "en sintonía con las necesidades de la gente".