ESTARÁN ustedes de acuerdo conmigo si les digo que el Carnaval de Santa Cruz de Tenerife es seguramente una de las más importantes celebraciones que se desarrollan en las Islas Canarias, y cuenta entre los mejores del mundo, declarado Fiesta de Interés Turístico Internacional en enero de 1980.

La historia de nuestra ciudad está ligada al Carnaval desde el siglo XVII, y hay referencias múltiples que así lo recogen, tanto en las sucesivas ordenanzas municipales como en las crónicas de la época, que hablan de los primeros bailes de disfraces, de las prohibiciones, las cabalgatas de flores y los huevos de talco, las mascaritas con la cara tapada, o las celebraciones en El Recreo, la Sociedad Musical Santa Cecilia o el Salón Frégoli.

Cuando en otros lugares de España se prohibieron este tipo de manifestaciones en diversos momentos de los siglos XIX y XX, Santa Cruz de Tenerife nunca dejó de celebrarlo, incluso convertido en Fiestas de Invierno desde el año 1961. Qué mejor nombre para el único Carnaval de Europa que puede desarrollarse en la calle en pleno invierno, gracias al clima privilegiado de esta hermosa capital durante todo el año.

Los principales protagonistas son los miles de chicharreros que hacen volar su imaginación cada año para construir un carnaval lleno de color, alegría, diversión y seguridad. Son los propios vecinos los que animan la fiesta en las rondallas, comparsas, murgas y agrupaciones, o dando vida a personajes como Charlot, Cantinflas, Miss Peggy o Doña Croqueta, pero de forma muy especial saliendo a la calle por millares, con parrandas de amigos y familias enteras, con el mejor disfraz posible, pero también de forma improvisada con una simple peluca y una bata.

Nuestra ciudad, de hecho, figura en el Libro Guinness de los Records por haber organizado el mayor baile de carnaval del mundo al aire libre, en 1987, cuando 250.000 personas nos congregamos en la santacrucera plaza de España a los sones de la recordada Celia Cruz y la Billo''s Caracas Boys.

La fiesta, por tanto, la hace el pueblo de Santa Cruz. La hacemos nosotros. Precisamente por eso es distinta, y miles de turistas de todo el mundo eligen esta capital para pasar unos días del mes de febrero -o marzo, como este 2011- y compartir con nosotros ese espíritu.

Es una oportunidad para muchas empresas de la ciudad, para autónomos y profesionales, desde las tiendas de disfraces y los hoteles hasta la más recóndita cafetería, que también, por qué no decirlo, esperan con ilusión estos días en que somos centro de todas las miradas.

Desde 1987 Santa Cruz de Tenerife elige un motivo central que preside nuestro Carnaval. Civilizaciones antiguas, el Espacio, el Cine o la Edad Media, por citar solo algunos ejemplos, han inspirado escenarios y disfraces. Este es un año muy especial, porque los chicharreros homenajeamos a Enrique González Bethencourt, un histórico de la fiesta que nos dejó en mayo del pasado año, y que fundó en la década de los 50, en plena época de la prohibición del Carnaval, la murga Afilarmónica Ni Fú-Ni Fá.

Hace un par de tardes tuve el privilegio de sentarme a tomar un café con su hija, Elena González, y con Maribel Oñate, actual portavoz del Grupo Municipal Popular en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife y concejal de Fiestas en la época de mayor esplendor del Carnaval de nuestra capital.

Enrique González nació en septiembre de 1924 en el barrio de El Toscal de Santa Cruz de Tenerife. Tercero de los cuatro hijos de Francisco González, natural de Cádiz, y de Pura Bethencourt, nacida en Santa Cruz de Tenerife, cursó la carrera de aparejador en la Universidad de La Laguna.

Trabajó como tal en el Plan General de Barrios del Ayuntamiento capitalino y en el remate final de obra de la Basílica de Candelaria, donde entabló una estrecha amistad con el obispo Domingo Pérez Cáceres, también gran impulsor de las Fiestas de Invierno. Destacó también en sus facetas de pintor, escritor y diseñador.

Hablar de Enrique González es hablar desde luego del Carnaval chicharrero, pero también de Santa Cruz de Tenerife, dos de sus grandes amores y pasiones. Cada anécdota de su vida se refiere a una calle, a una costumbre de esta ciudad y refleja parte de la historia de un rincón del Atlántico que bien puede estar orgulloso de su noble pasado.

Hijo Predilecto de Santa Cruz de Tenerife, en el año 2000 el Rey de España le otorga la Cruz de la Orden del Mérito Civil. Este mismo año, el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife le concede una calle a la querida Ni Fú-Ni Fá.

Junto a otras agrupaciones, como Los Fregolinos o el Orfeón La Paz de La Laguna, y a figuras como Pedro Gómez Cuenca o Manolo Monzón, impulsor de las comparsas en Santa Cruz, los chicharreros consideramos a la Ni Fú-Ni Fá y a su fundador como parte de la historia de nuestra fiesta señera y nuestra manifestación cultural más internacional.

Soy de las que pienso que el Carnaval tiene aún mucho que aportar a Santa Cruz de Tenerife. Uno va a Venecia, aunque sea en octubre, y se trae siempre una máscara hermosísima para poner en la pared como recuerdo, y visitar Brasil es empaparse de Carnaval cualquier fecha del año.

Carnaval y turismo deberían formar un todo y complementarse también en Tenerife, y permitir ingresos con regularidad a los artesanos, modistas y costureras de nuestra ciudad. Son miles los visitantes que recibe anualmente Santa Cruz, y estoy segura de que estarían encantados de poder disfrutar de un pedacito de Carnaval en cualquier época, lo que llevaría a nuestros grupos a rentabilizar mucho más el gran esfuerzo que realizan para seguir saliendo a la calle.

Basta con echar a volar un poco la imaginación y seguro que a todos se nos ocurren muchas fórmulas que permitan ahondar en el legado que nos han dejado personas como nuestro homenajeado de este año.

Como carnavalera y santacrucera me siento muy orgullosa de que la edición que ha dado comienzo esta semana se dedique a una figura tan significativa para nuestra ciudad como la de Enrique González Bethencourt.