El aspecto exterior es tan importante como el interior, pero, a veces, algunas personas no quieren dárselo. Esto ocurre con muchos edificios de Santa Cruz de Tenerife, cuya belleza se ve ensombrecida por el estado que presentan.

En la capital hay empresas que se dedican a arreglar las fachadas de estos edificios, solucionando los problemas de seguridad que aparecen con el paso del tiempo y el ambiente salino de Santa Cruz. Sin embargo, esta decisión la tienen que tomar los propietarios de cada una de las viviendas y por ahí viene una de las complicaciones. Otra es la derivada del papeleo que es necesario para arreglar el edificio, más aún en los casos que tienen algún tipo de protección.

Nicolás Ortega Ballester, de la empresa especializada en la rehabilitación de fachadas Dimurol, explica que ellos se encargan de realizar todo el papeleo y que cuentan con arquitectos, aparejadores e ingenieros que realizan y presentan el proyecto necesario al Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife. Una vez que está aprobado, pueden iniciar los trabajos.

Esto es más complicado de lo que puede parecer en un principio. Ortega explica que han tenido casos como el del edificio del Colegio Oficial de Graduados Sociales, que data de 1936 y está protegido. El Ayuntamiento les exigía que el aspecto exterior fuera exactamente igual que el original, pero se encontraban con la dificultad de que "la cornisa no existía, sólo quedaba un metro" y tampoco había molduras. Los bomberos la habían picado completa por motivos de seguridad, para evitar desprendimientos, y los técnicos tuvieron que hacer una auténtica labor de investigación para descubrir cómo eran y reconstruirlas. Sólo en conseguir todos los permisos emplearon "ocho meses", explica. Una vez solventado el papeleo, rehabilitaron la fachada. "Las molduras fueron hechas a mano", añade.

En la actualidad, Dimurol está llevando a cabo una campaña de fachadas. Así es como llaman a la rehabilitación de al menos dos edificios próximos. No es que los propietarios cuenten con ningún tipo de subvención consistorial sino que esta empresa les "ajusta" más los precios por la proximidad.

Ahora, por ejemplo, se están rehabilitando las fachadas de cinco edificios en la comunidad de vecinos Santiago (entre Calderón de la Barca y Garcilaso de la Vega). Algunos de los elementos estaban estropeados por el paso del tiempo. Ortega detalla que antes se hacían los balcones de hierro y este material entraba directamente en el hormigón. El ambiente salino de la ciudad afecta al hierro y termina por reventar el hormigón.

Muchas personas creen que el estado de una fachada no es tan importante, pero puede acarrear consecuencias muy graves. En la memoria todavía se encuentra el dramático accidente que acabó con la vida de un bebé en la calle Felipe Pedrell. Un cascote del edificio cayó sobre el carrito.

Aunque este tipo de trabajos son onerosos, empresas como ésta ofrecen facilidades de financiación. No obstante, Nicolás Ortega aconseja que cada cinco años ya comience a ahorrarse para llevar a cabo una rehabilitación que él aconseja que se haga cada diez años.

Asimismo, considera que lo mejor que puede hacer una comunidad es ponerse en manos de una empresa experta, con experiencia y que cuente con un seguro de responsabilidad civil, por lo que pueda pasar. Dimurol, empresa familiar dirigida por Nicolás, David y Javier Ortega Ballester, es una de las especializadas en este sector.

La media de tiempo que se tarda en comenzar y finalizar las obras de rehabilitación oscila entre los tres o seis meses, aunque depende del edificio y del tipo de obra.

Sin embargo, todavía hay propietarios que rechazan este mantenimiento. Muchas veces los edificios se encuentran en el centro de la ciudad, en zonas de numeroso tránsito como la calle Castillo, afeando la imagen de la ciudad y, en algunos casos, amenazando la seguridad de los vecinos.