La crisis económica que tiene a Portugal bajo la lupa de los mercados y el riesgo de un rescate financiero ha convertido la campaña para las elecciones presidenciales del día 23 en una guerra de reproches.

La oposición conservadora y su candidato Aníbal Cavaco Silva, favorito a la reelección, no han renunciado a denunciar la gestión del Partido Socialista (PS) y la pésima situación económica lusa como argumento electoral.

Y desde las filas del Gobierno no dejan de quejarse del poco "patriotismo" de sus rivales políticos y les acusan de "sembrar la incertidumbre" en un momento crítico para el país, acosado por la desconfianza de los mercados financieros.

Cavaco y el candidato socialista Manuela Alegre encabezan las encuestas sobre los comicios, aunque con gran ventaja del actual jefe de Estado, que supera holgadamente la mitad de las intenciones de voto y duplica en los sondeos el respaldo de su oponente.

Pero Alegre aspira a que la ventaja se reduzca en las urnas y haya una segunda vuelta que le dé votantes de los otros cuatros candidatos, entre los que hay un socialista y un comunista.

Ante esa estrategia, Cavaco ha empezado a pedir a los electores un apoyo contundente que supere la mitad de los votantes y cierre el proceso electoral en primera vuelta para dar estabilidad a Portugal.

El histórico líder conservador, de 74 años, que fue primer ministro entre 1985 y 1995, se presenta a sí mismo como el jefe de Estado capaz de poner freno a los errores socialistas que han disparado el déficit de Portugal y han sumido su economía en la crisis más grave desde la Revolución de 1974.

Sin embargo los aspirantes sin posibilidades de llegar a la presidencia se han centrado precisamente en reprochar a Cavaco que en cinco años en el cargo no ha enderezado nada y en los diez de primer ministro ayudó a enquistar los males económicos del país.

Con una campaña pobre y fría por la decisión de todos los candidatos de seguir la austeridad que impregna Portugal y no gastar en anuncios ni carteles, la política ha quedado en segundo plano y la crisis económica campea también en los actos electorales.

Los candidatos con menor respaldo apenas logran organizar visitas y reuniones de público muy limitado e incluso las giras de los candidatos del PS y del Partido Social Demócrata (PSD) se han decantado por cines y restaurantes y evitan estadios y polideportivos.

El desarrollo de la campaña para los comicios presidenciales en clave de crisis ha puesto además en primer plano la posibilidad de unas elecciones legislativas anticipadas que cambien el color político del Gobierno portugués.

Pedro Passos Coelho, líder de la oposición conservadora aseguró el jueves que no quiere echar a los socialistas con la ayuda de un reelecto Cavaco y que su propósito es conquistar el Gobierno por la voluntad de los portugueses y no del jefe de Estado.

En un mitin del actual presidente, Passos Coelho dijo que con esa declaración quería "sosegar los espíritus más perturbados", en alusión a los temores socialistas de que Cavaco propicie la convocatoria de elecciones generales anticipadas por la grave situación económica.

El propio presidente luso señaló esta semana que puede haber una "grave crisis" tanto política como económica y social en Portugal y Passos Coelho había advertido días antes que pedirá elecciones anticipadas si Lisboa se ve obligada a pedir un rescate financiero.

Sócrates que el año pasado perdió la mayoría absoluta conquistada en 2005, se quejó anoche, en otro mitin, de la actitud de quienes "siembran la desconfianza y la incertidumbre" en un momento crítico para el país y recordó que el jefe de Estado debe ser un símbolo de unidad y "presidir, no gobernar".

El primer ministro participó por primera vez en un acto de Alegre, que como cabeza de la izquierda del PS y candidato apoyado también por el marxista Bloque de Izquierda, ha disentido con frecuencia de la política económica de Sócrates, tildado de neoliberal por esa familia política.