El Ejército británico presionó para que se enviasen tropas a combatir en Afganistán hace cuatro años porque temía que el Gobierno redujese en caso contrario sus efectivos una vez acabada la misión de Irak, según un diplomático británico.

La acusación de Sir Sherard Cowper-Coles, hasta el pasado verano representante especial del Gobierno británico para Afganistán, ha suscitado una fuerte polémica con el entonces jefe del Ejército Richard Dannatt, según el cual el diplomático "no está capacitado para opinar sobre el Ejército".

"Siento decir que (Dannatt) miente. Recuerdo que es lo que dijo en su despacho del ministerio de Defensa", replicó el diplomático en declaraciones que publica hoy el diario The Times.

Cowper-Coles ha acusado además a los jefes militares británicos de "engañoso optimismo" a la hora de asesorar al Gobierno por no señalar los costos y riesgos potenciales del compromiso militar del Ejército en la provincia afgana de Helmand.

Según el diplomático, el entusiasmo de los militares británicos por la misión militar afgana se debió en parte, por otro lado, al deseo de salvar la reputación del Ejército del Reino Unido ante sus colegas estadounidenses, que se habían mostrado muy críticos para con los fracasos británicos en la ciudad iraquí de Basora.

Las observaciones de Sherard Cowper-Coles, contenidas en un memorándum para el comité de Asuntos Exteriores de los Comunes, coinciden con los resultados de una investigación del diario The Times según la cual los mandos militares y gentes del Gobierno habían hecho caso omiso de las advertencias de que este país estaba mal preparado para enviar a tropas a la provincia de Helmand.

Según el diplomático, la escalada del conflicto afgano proporcionó al Ejército británico "la razón de ser" que llevaba tiempo buscando y una oportunidad para reclamar al Gobierno nuevos recursos y a una escala sin precedentes.