Cuando se cumple hoy un año del terremoto que asoló Haití y acabó con la vida de 300.000 personas, la inestabilidad política y la incertidumbre sobre la formación de un nuevo gobierno siguen haciendo temblar los cimientos del país más pobre de Latinoamérica.

Casi dos meses después de la celebración de la primera vuelta electoral, en la que los haitianos acudieron a votar en plena epidemia de cólera, los enfrentamientos callejeros y las revueltas populares han dado paso, de nuevo, a la duda y el escepticismo.

A la espera de que la Organización de Estados Americanos (OEA) entregue al actual presidente de Haití, René Préval, el informe final sobre la verificación de los resultados electorales, lo único que parece claro entre los habitantes de Puerto Príncipe es que "el continuismo" no puede seguir arraigado en el país.

A esa afirmación contribuía hoy la filtración a los medios de comunicación de las conclusiones de la OEA, en las que al parecer recomienda a las autoridades electorales que otorguen el segundo lugar al cantante y candidato Michel Martelly, en detrimento del oficialista Jude Celestin.

"Por eso parece estar ahora todo más tranquilo", señaló Pierre, miembro de la ONG española Bomberos Unidos Sin Fronteras (BUSF), que ha visto desde su trabajo las consecuencias de los primeros resultados electorales en las calles de Haití.

De confirmarse el informe de la OEA, en la segunda vuelta, que en principio tendría que celebrarse el próximo domingo, aunque todo apunta a que se postergará, se enfrentarían la ex primera dama Mirlande Manigat, la ganadora en la primera vuelta, y Martelly.

"Pase lo que pase cualquier cambio será bueno, al menos no será más de lo mismo, pero estoy convencida de que ganará Manigat", indicó Betty, una joven haitiana cuya madre regenta un pequeño restaurante en Puerto Príncipe.

Precisamente es la juventud la que tiene mucho que decir sobre el futuro de su país, aunque "no nos dan muchas oportunidades", señaló Silvan Cardozo, un joven y emprendedor empresario que junto a su mujer ha instalado su negocio en la vecina República Dominicana.

"Conozco a mucha gente que ha salido de Haití y que estaría dispuesta a volver e invertir aquí, pero la actual situación, los elevados costes de los primeros materiales y los altos intereses de los créditos bancarios -de hasta un 25 por ciento- lo hacen inviable", apuntó.

Para Silvan, el problema del país es un problema "heredado", "igual que siempre han sido hereditarios los puestos y cargos políticos".

"Es normal que todo el mundo quiera ser presidente de Haití ahora mismo, porque todos los millones de la ayuda internacional están esperando y quién no va a querer llevarse una parte", subrayó.

En opinión de muchos, la única solución realmente viable para formar un gobierno sano y estable sería la creación de una autoridad internacional que tomara las riendas del país durante unos años en los que, además, se instruyera a los futuros gobernantes locales.

"El pueblo de Haití es un pueblo resignado, porque tiene mucho miedo a lo que le pueda pasar, incluso teme ser castigado por fuerzas divinas", explicó Silvan.

Pero frente a la visión de un país destruido y sin posibilidad de renacer, algunos haitianos prefieren ver en la catástrofe a la que se enfrentaron hace ahora un año la mejor oportunidad para "construir" y no "reconstruir", una ocasión para empezar de cero.

"A Haití no le hacen falta ni más médicos ni más enfermeras. Lo que se necesitan son albañiles, fontaneros y electricistas", dijo Ángel García Lorite, presidente de BUSF.

Dentro de unas horas, el país caribeño recordará con un minuto de silencio a los que desaparecieron hace un año bajo montones de escombros que todavía se mantienen en las principales calles de la capital.

En otro acto de homenaje, el presidente Préval ha pedido a su pueblo que se movilice para la reconstrucción del país, pero lo que se preguntan los haitianos es quién llevará el liderazgo.