El Juzgado de lo Penal número 4 de Valladolid dejó visto para sentencia el juicio celebrado contra el ginecólogo Manuel Pedro L.M, quien se expone a penas de entre uno y dos años de cárcel por delito de homicidio imprudente, tal y como solicitan el Ministerio Fiscal y la acusación particular, en relación con la operación a la que en enero de 2006 sometió a una paciente de 31 años que tenía miomas en el útero y que falleció dos días después como consecuencia de un tromboembolismo pulmonar masivo.

Tanto la acusación pública como la particular, que por el mismo orden solicitaron además entre uno y cuatro años de inhabilitación y el pago de indemnizaciones por importe de 90.000 y 300.000 euros, con responsabilidad civil de Mapfre y del Sanatorio Virgen de la Salud, vincularon la actuación del imputado con el fatal desenlace, ya que, como así sostuvieron, intervino quirúrgicamente a la víctima a pesar de que ésta llevaba meses tomando un anticonceptivo--Yasmin--que el propio ginecólogo le había pautado y que incrementaba el riesgo de sufrir un tromboembolismo pulmonar.

Sin embargo, el acusado, en declaraciones recogidas por Europa Press, explicó que dicho anticonceptivo se lo había prescrito en una sola ocasión a la paciente en enero de 2003 y únicamente por espacio de seis meses, tras una primera operación por laparoscopia en la que le extirpó entonces dos miomas y con el único fin de tratarla hormonalmente de una Endometriosis detectada en el curso de la intervención quirúrgica.

No fue hasta el día 2 de enero de 2006 cuando Ana María M. volvió a ser objeto de una segunda intervención, ésta vez mediante apertura de la pared abdominal, técnica más apropiada que la laparoscópica cuando la paciente cuenta con más de dos o tres miomas, como ocurrió en este caso, y que "se desarrolló con absoluta normalidad", apuntó Manuel Pedro L.M, quien sí precisó que durante las dos horas de duración la mujer sufrió un sangrado abundante.

El imputado, con treinta años de ejercicio profesional, insistió en que "la operación no tuvo complicación alguna y se llevó a cabo correctamente", al tiempo que subrayó que el Sanatorio Virgen de la Salud se encontraba perfectamente equipado para este tipo de intervenciones y que en los dos días posteriores a la misma ni la paciente ni sus familiares ni el cuadro de enfermería le comunicaron que la recién operada tuviera el más mínimo problema.

"El día 3 de enero hablé con ella y me dijo que estaba cansada y le dolía la tripa", algo que Manuel Pedro L.M. consideró absolutamente normal en el caso de pacientes sometidos a este tipo de cirugías en las que es preciso mover las asas intestinales para acceder a la zona de actuación.

PARADA CARDIORRESPIRATORIA

La tragedia se produjo al día siguiente, cuando la paciente comenzó a sentirse mal y los encargados de enfermería trataron, sin éxito, de ponerse en contacto con el ginecólogo, ya que éste se encontraba asistiendo a un parto en el Hospital Campo Grande que no concluyó hasta las 18.00 horas.

El imputado se personó finalmente en el sanatorio a las 21.00 horas y se encontró con una paciente en una situación "muy desagradable, en estado de mucho nerviosismo", al que siguió una parada cardiorrespiratoria que el médico trató de atajar con maniobras de reanimación manual.

"Ni yo estaba preparado para este tipo de maniobras ni parece que en ese momento hubiera nadie con conocimientos en todo el hospital", reconoció el ginecólogo, quien añadió que ante ello solicitó una ambulancia--las acusaciones censuran que no hubiera pedido una dotada de soporte vital básico--para trasladar urgentemente a la mujer hasta un centro convenientemente dotado, pese a lo cual Ana María M. falleció poco después en el Clínico Universitario como consecuencia de un tromboembolismo pulmonar masivo.

COMPONENTE GENÉTICA EN LA PACIENTE

En su declaración, el facultativo incidió en que dicha situación clínico-patológica desencadenada por la total obstrucción arterial pulmonar no es posible predecirla y tan sólo se puede averiguar a través de la autopsia, que, como así advirtió, "en este caso determina una componente genética en la paciente ya que ésta había sufrido otros procesos de tromboembolismo antes de la operación. De hecho, se ha aconsejado a sus familiares que lo tengan en cuenta por si padecieran también ellos una trombofilia".

La componente genética del cuadro clínico que desembocó en el óbito de la paciente fue el principal argumento de las defensas para solicitar un fallo absolutorio, junto con el convencimiento de que el galeno actuó con absoluta corrección, mientras que los acusadores mantuvieron invariables sus peticiones de pena.