El Ministerio de Agricultura del estado federado de Baja Sajonia (este de Alemania) anunció hoy la reapertura de 3.000 explotaciones animales cerradas la semana pasada, tras detectarse contaminación por dioxinas a través de los piensos.

Aún siguen clausuradas 1.470 explotaciones, según ese departamento, cuando hasta hoy permanecían cerradas en Alemania un total de 4.700 granjas avícolas y porcinas y la alarma se había disparado en varios países, que suspendieron las importaciones de carne alemana.

Pocas horas antes, el Ministerio federal de Agricultura de Alemania garantizaba que no existe ningún motivo para dejar de importar alimentos germanos a causa de la contaminación por dioxinas.

"Queremos dejar claro que en ningún momento ha habido ningún riesgo para la salud procedente de las exportaciones alemanas", señaló un portavoz ministerial en Berlín.

Esta declaración del departamento federal de Agricultura se produce después de que Eslovaquia, miembro de la Unión Europea (UE), y Corea del Sur paralizaran las importaciones alemanas.

En el caso eslovaco, la suspensión se refiere a huevos y productos cárnicos procedentes de aves y, en el surcoreano, a derivados del cerdo.

"Alemania se encuentra en estrecha sintonía y en estrecho intercambio de comunicación con la Comisión Europea (CE)", añadió el portavoz.

El ministerio estimó que la CE ha confirmado la eficacia de las medidas de seguridad de Alemania.

Desde las organizaciones de consumidores alemanes, Foodwatch acusó hoy al Gobierno de Angela Merkel de graves errores en el escándalo de contaminación por dioxinas y de actuar en beneficio de los intereses de la industria alimentaria.

En declaraciones que recoge en su página electrónica el diario "Saarbrücke Zeitung", Thilo Bode, ex director de Greenpeace en Alemania, aseguró que "el Gobierno federal tiene una estrategia de exportación muy clara para los productos cárnicos" y, por ello, no tiene interés en endurecer los controles sobre la industria alimentaria.

Para el dirigente de Foodwatch, el actual escándalo de contaminación por dioxinas es solo "la punta del iceberg".

"Cerca del 80 por ciento de la tasa de dioxinas considerada tolerable en la población por la Organización Mundial de la Salud (OMS) procede de los alimentos", señaló Bode.

Añadió que muchas de las cosas que antes acababan en una incineradora ahora terminan en la industria alimentaria.

Bode, autor del libro "Los falsificadores de comida", exigió a la industria alimentaria que someta a análisis por separado todos los componentes que se usan para fabricar alimentos y que se informe a las autoridades en caso de tasas elevadas de dioxinas.

"Es una barbaridad decir que no es tan grave", criticó Bode, en referencia a los políticos de distinto signo, entre ellos de la coalición del Gobierno, que insisten en que no existen problemas para la salud de los seres humanos.