No tiene tanta historia ni tradición, es incluso verdad que se extraña el calor y el olor de los edificios añejos de la calle Real, pero, aún con todo, el Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma apostó fuerte, muy fuerte, y le salió bien. El traslado de la cabalgata hasta la avenida Marítima, que había causado discrepancias e incluso rechazo entre un sector de la sociedad, fue sencillamente un éxito. Mayor seguridad, sin empujones, con miles de personas en la calle... y con la ilusión de siempre. En verdad, mandan los niños y eso no lo cambia el trayecto. No lo cambia nada. Los Reyes Magos ya habían pasado a primera hora por diferentes municipios. Al mediodía estaban en Breña Baja, Puntallana... se les acumulaba el trabajo. Con la noche “cerrada”, llegaron a la capital. Una decena de carrozas bien engalanadas, motoristas, bandas de música... Melchor, Gaspar y Baltasar disfrutaron viendo la cara cercana de niños, también algún adulto, que tienen la magia en sus ojos. Antes, sobre las seis de la tarde, sonaron en la avenida principal de Los Llanos de Aridane los tambores y las cornetas de la Banda de Nuestra Señora de Los Remedios. Se abría la cabalgata de la ilusión. La cabalgata, como cada año, no atiende a crisis, tampoco a edades. Con sus carrozas, muñecos infantiles, los camellos, un tren casi de juguete y, como no, los tres magos de Oriente con sus pajes, dispuestos a recoger miles de cartas cargadas de sueños, los deseos infantiles de los niños del Valle de Aridane. Mientras ellos, los más pequeños, reían, lloraban, se sobrecogían... los mayores permanecían atentos a cada gesto, a unas caras de tierna felicidad capaces de hacer olvidar las cosas problemáticas que tienen los adultos.