JERÓNIMO Saavedra dice que Canarias debe aceptar que sus jóvenes licenciados emigren. Lo ha dicho por escrito, en carta al presidente del Parlamento de Canarias con motivo de la clausura de un interesante ciclo de conferencias sobre nuestro futuro. No cabe pensar que se le ha ido el baifo en un descuido. Mis lectores saben cuánto respeto a Saavedra y he escrito en estas páginas que, en mi opinión, es el político canario de más talla desde la restauración de la democracia. Después de escuchar la lectura de su carta, debo rectificar y decir ha sido, donde dije es. El paso de los años es inexorable y tal afirmación me hace pensar que Jerónimo haría bien en incorporarse al club de los ex presidentes, donde será bien recibido, y abandonar la política activa. Porque el problema no es que los jóvenes canarios estén condenados a emigrar, con lo duro que eso es para quienes encuentran en la diáspora el único destino donde desarrollar su proyecto vital y profesional y buscarse un medio de vida.

Si el presidente Saavedra sólo ve esa dimensión del fenómeno migratorio, es que ha perdido su capacidad de análisis. El problema es que Canarias no puede permitirse perder a los más preparados de sus hijos, forzados a emigrar como única alternativa. Nuestra sociedad hace un esfuerzo de magnitud descomunal para ofrecer una educación universal, gratuita y de calidad para todos los canarios, que rompa con una desgraciada historia de subdesarrollo cultural, social y económico. Tú mismo, Jerónimo, como presidente del gobierno fuiste el primero que viste la urgencia de ello y trazaste un camino que quienes te seguimos en el ejercicio del cargo hemos continuado, con mas o menos acierto. Esa ha sido nuestra prioridad colectiva desde la recuperación de la democracia y en el ejercicio del autogobierno. Si esos jóvenes, con estudios universitarios y especialización de postgrado, hablando dos o más lenguas, tienen que marchar en busca de empleo, estamos exportando capital humano altamente cualificado, en beneficio del país de acogida y en perjuicio nuestro. Estamos perdiendo a quienes están llamados a tomar el relevo generacional y liderar nuestra sociedad, nuestras empresas y universidades y también, por qué no decirlo, dirigir la política en el ámbito local, insular y regional.

Reproduzco lo escrito en la prensa digital por un joven de la emigración de nuestros días, después de leer lo que has dicho: "Este señor ha sido presidente del Gobierno de Canarias y por eso merecía mi respeto. Lo que acabo de leer me hace pensar que lo tenía en demasiada estima, como persona y como político. (…). Los jóvenes que salen de la universidad no merecen que su país los expulse como nos ha ocurrido a miles de jóvenes de mi generación, desparramados por el mundo, dando a otros países lo que no podemos dar al nuestro: tiempo, energía y conocimientos especializados. Esta Navidad brindaré con mi familia en Canarias por la jubilación de esta clase político-empresarial que tanto mal nos hace".

Quienes durante años hemos trabajado en las políticas de la Unión Europea para los países menos desarrollados sabemos que evitar "la fuga de cerebros" es un poderoso instrumento para ayudarlos a salir de su atraso y rescatarlos de su pobreza. Por eso, desde hace algunos años las empresas, universidades e instituciones europeas que incorporan a sus plantillas a matemáticos e informáticos indios, a médicos nigerianos y a cualificados profesionales procedentes del Tercer Mundo se obligan a que, periódicamente, estos profesionales dispongan de una año sabático para volver a sus países de origen y revertir en ellos su experiencia y conocimientos, devolviendo así la inversión de la que se beneficiaron a lo largo de todo su proceso educativo.

Aceptar lo que tú defiendes ahora es retroceder al siglo pasado. No nos confundamos, el derecho a la libre circulación en el espacio único europeo y hacerlo voluntariamente cuando, como y a donde queramos es muy distinto a tener que irnos, por pura necesidad, a donde nos den una oportunidad de trabajo. Hace décadas que dejamos de tener que emigrar para ganarnos la vida. Tú has sido actor principal de lo mucho que hemos hecho en el último cuarto de siglo y no puedes defraudar a tantos jóvenes como el mencionado más arriba. Yo eso ni lo acepto, ni me resigno, y en la medida de nuestras posibilidades estamos obligados a alzar la voz y denunciar que si no somos capaces de corregir ese inmenso error lo pagaremos muy caro. Si perdemos a los mejores y no solo no lo denunciamos sino que, como en tu caso, lo aceptamos como un designio de los tiempos, ¿quiénes liderarán esta sociedad dentro de 20 años?; ¿vamos a dejarla en manos de los menos formados, de los mediocres, de los acomodaticios, por no decir cosas peores? No lo acepto, ni me resigno y personas tan significadas como tú tampoco pueden hacerlo, so pena de merecer un juicio tan severo como el de ese joven canario emigrante que dice que esta Navidad brindará para que quienes como tú piensan sean apartados y dejen de ser un obstáculo para el progreso y bienestar de nuestra sociedad.