EL PASADO 2 de diciembre se celebraron las elecciones sindicales más patéticas y lamentables que se recuerdan en la enseñanza pública canaria. Según datos provisionales, la participación de los trabajadores podría haber bajado un 20%, lo que nos deja con una participación que se situaría en torno al 40%. Aun así, y dadas las circunstancias, hay quien ha respirado aliviado pues se esperaban peores cifras.

En cualquier caso, la apatía, la desidia y la falta de interés han sido generalizadas. La realidad está ahí, por mucho que algunos se empeñen en negarla. La debacle de la homologación, el conflicto de las listas de interinos, los recortes en la FP, la bajada de sueldos, las bajas sin cubrir… todos estos han sido factores determinantes de una u otra forma.

Pero, sin duda, lo peor ha sido la incapacidad manifiesta para organizarse y para presentarse unidos frente a la Administración. Ha habido una total falta de interés en acordar tres o cuatro puntos fundamentales que todas las organizaciones pudiesen defender en un frente común. La mezquindad de algunos líderes sindicales y sus insultos, su cortedad de miras, su egoísmo, las malas artes en las negociaciones, el desprecio a la opinión de las bases, el intento lamentable de obtener rédito sindical de conflictos en los que muchas personas se estaban jugando el puesto de trabajo… Son, creo yo, demasiados errores para que los docentes mantengan la confianza en estas organizaciones.

Así pues, el divorcio entre los sindicatos y los docentes es patente y como trabajadores nos está dejando en una situación de desamparo frente a esta lamentable administración educativa. No sólo tenemos los peores gestores políticos, como claramente refleja el Informe PISA, sino que también tenemos unos sindicatos sin credibilidad y sin apoyos. Los resultados de estas elecciones son engañosos si sólo atendemos al número de delegados conseguidos. Hay organizaciones que aparentemente ganan representatividad al aumentar delegados. Sin embargo, la cruda realidad indica que todos han obtenido menos votos que en las elecciones del 2006. En algunos casos los números son irrisorios.

Fijémonos, por ser la organización donde desempeñé mis funciones sindicales, en la UGT. Se trata de una institución centenaria y emblemática que, al menos en teoría, debería contar con un amplio respaldo entre los sectores progresistas del profesorado canario. Pero, por el contrario, sobre un censo de más de 25.000 posibles votantes, tan sólo consigue 343 votos en Tenerife y 275 votos en Gran Canaria. Paradójicamente y con casi 300 votos menos que en 2006, ganan un delegado más en cada provincia. ¿Qué capacidad de representación se puede tener con estos números? ¿Es ético hablar en nombre de todos los trabajadores con estos números?

Sin embargo, este no es un caso aislado, hasta las organizaciones con mejores resultados y aparente "apoyo masivo" han perdido votos. La situación es, desde mi punto de vista, dramática. La incapacidad de gestión de los políticos que han dejado la educación canaria a la cola de España tendría que ser compensada, de alguna manera, por organizaciones sindicales serias y profesionales. Organizaciones con dirigentes y liberados capacitados y preparados, que no compartan cargos en partidos políticos, que no estén huyendo del aula o de algún destino no deseado, etc. Hasta que esto no sea así, la apatía, la desidia y el abandono de las bases, es decir, de los docentes que votamos cada cuatro años, será cada vez mayor.