Regresa a Tenerife para recibir el reconocimiento y afecto de numerosos compañeros que han acordado nombrarle académico de honor de la Real Academia de Medicina. Y es que por el pediatra Manuel Cruz no pasan los años; conserva las mismas inquietudes que cuando empezó y reconoce que está al tanto de todas las novedades científicas que aparecen.

¿Cuál es su vinculación con el Archipiélago?

En los años 50 no había Facultad de Medicina en Canarias, de hecho no la hubo hasta bien entrada la década de los 60 y lo que más cerca estaba era Cádiz, que era donde yo daba clase, y allí iban casi todos los canarios. Eso hizo que tuviera numerosos discípulos canarios como Juan Pedro López San Blas, el doctor González Luis, Eduardo Machado, Carlos Solís, López Cano, Jaime Chávez Hernández y muchos más.

Desde que usted comenzó a ejercer hasta ahora habrá visto de todo...

Sí. Todo ha cambiado, unas veces para bien y otras para mal. Por ejemplo, la relación del médico con el enfermo y la familia se ha deteriorado porque el diagnóstico se basa casi en exclusiva en las pruebas, y se habla menos con las familias. Cada vez se mira más a la pantalla de ordenador que a las familias y la relación médico-enfermo es peor hoy en día. Es una paradoja porque nunca un médico lo ha hecho mejor que hoy en día.

Antes un médico era alguien cercano, casi como de la familia...

Exactamente, antes estaban al alcance del enfermo día y noche e iban por las casas. Ahora, si pasa cualquier cosa, la gente va directamente al hospital.

¿Cree que hay que tener un amor especial por lo niños para ser un buen pediatra?

Perdóneme, pero no le entiendo.

Me refiero a que cuando alguien decide ser maestro se basa en que le gusta la forma de ser de los pequeños. ¿En pediatría también o no tiene que ver?

Cuando alguien me decía que quería ser pediatra yo siempre le decía que estaba muy bien que le gustaran los niños siempre que no fuera demasiado, porque es una profesión dura en la que se puede ver a niños a punto de morir y un médico no puede llorar, debe conservar la serenidad. Además, hoy en día hay otro aspecto que yo nunca lo he vivido, que es el de la pedofilia, y hay que tener un cuidado extremo, porque en las revisiones de rutina hay que ver los genitales y hay que hacerlo con mucho cuidado por si acaso te acusan de algo, pero en mi larga vida yo no he conocido un solo caso entre los pediatras españoles.

Los manuales que usted escribió (M. Cruz, tratado de pediatría y M. Cruz manual de pediatría) siguen siendo la base de la profesión, ¿tan poco ha cambiado?

Cada edición que saco, cambia un 10% del contenido, y como ya va por la décima edición se han incorporado muchos cambios, pero los fundamentos siguen siendo los mismos: antes de tratar hay que diagnosticar, antes de diagnosticar es mejor prevenir.

¿Cómo ve la sanidad pública?

Considero que el problema básico es que los médicos tienen un exceso de pacientes y no tienen más de tres minutos para ver a un niño enfermo y yo creo que debería ser un mínimo de 20. Eso obliga a cometer un gran error, que es por cada síntoma una receta, y eso nunca se debe hacer. Que el niño tose, pues se le mandan unos aerosoles y corticoides e inhalaciones, y eso hace que la asistencia sea mala.

Se dice que los niños antes no se ponían enfermos tantas veces. ¿Es cierto?

Algo hay. Por una parte, como hay tanta prevención y hay todo tipo de vacunas, muchas enfermedades han desaparecido, pero hay más enfermedades autoinmunes o alérgicas, como la enfermedad celiaca o el asma, en las que el organismo usa sus propias defensas contra él mismo. Se ha estudiado y los niños que tienen más enfermedades de pequeñitos y que no son tratados tienen menos alergias y enfermedades de este tipo, pero como ahora ni los familiares ni los médicos nos conformamos con que el niño tenga fiebre sin darle algo, al final esas defensas las utiliza contra él mismo y hay enfermedades reumáticas, intestinales y demás… De todas maneras la cosa tan poco está tan mal cuando el adulto de hoy en día vive tanto.

¿Cuál es la mayor satisfacción que le ha dado su carrera?

Muchas, pero la primera es el haber podido tener discípulos tan buenos como los que he tenido en Canarias. Luego, poder salvar la vida de un niño es algo que tiene nuestra profesión que no tiene ninguna otra. Alguien ha dicho que quien salva un niño salva a la humanidad.

¿Médicos eran los de antes y no los de ahora?

Lo que sucede es que ahora son demasiados técnicos. Manejan muchos aparatos y descuidan el contacto humano. El paciente dice que le duele la espalda y lo mandan a hacerse una prueba o le recetan algo y pierde la cercanía, la relación, pero están mejor formados porque el contenido de la medicina se ha multiplicado. Antes se podía reducir en un libro de 100 páginas y ahora mi tratado tiene 3.000 y no está todo. La preparación es muy tecnificada, pero más deshumanizada. Creo que lo que puede arreglar esto, al menos en parte, es la feminización de la medicina, porque ya hay más pediatras que "pediatros" y se ha demostrado que la manera de hacer la entrevista, la educación sanitaria y todo eso lo hacen mejor, pero que además tienen algo que los hombres no tienen, que es la intuición. En mi época había una sola mujer en la facultad frente a 100 hombres.