MIGUEL González Rodríguez, acuarelista, presenta la obra en el Círculo de Amistad XII de Enero, como pórtico a la Navidad. El artista transmite en sus elaboradas acuarelas sosiego, reposo, tranquilidad. La trama del color es rica en matices. No es la aguada rápida que mancha por manchar, sin contorno ni definición desde el primer momento, no. Miguel estudia el tema y emplea cuanto de tecnicismo-fotográfico hay, para envolverlo en un dibujo que define y del que cabe esperar con el estudio y visión el color que la obra debe llevar. Ya pueden ser flores, plantas como la "capa de la reina", por ejemplo, barcos o retratos. No importa el tema, sino la forma de pintarlo, de ahí que se adentre en la obra con pulcritud y belleza, sin apartarse del marcado estudio técnico-artístico que corrobore que los cartones llevan inherente ese sello preciosista de postal artística, cuyas finas pinceladas parece que no existan y que están ahí, para dar detalle en minucia de ese abortar en conjunción con la luz.

Toda la obra tiene la exquisitez de la belleza natural que la define como realista y soñadora. Luz que tamiza claramente desde cualquier rincón la completa trama de un quehacer pictórico, en el arte de la forma del decir y del hacer a través de los distintos puntos de vista en su elaboración, para que el tema se convierta en un clásico cuadro de original belleza.

Las acuarelas de Miguel González, todas, llevan un sello de origen, como aquellas que parecen envejecidas por esa pátina que la humedad provoca en foto vieja, pero que el pintor transforma en una acuarela creada a imagen con una tonalidad sepia, en el contraluz delicado del tratamiento. El decidir con libertad un ordenamiento plástico, todo resuelto en una gama de suaves tonalidades, sin excesos, donde se investiga e indaga en el contenido de la paleta, siempre para que la coloración se haga humo o se diluya en sí en un fondo que interesa, son las señas de identidad que resuelve un espacio limitado o amplio de la obra ya sea jardín, mar o tierra. Todo es complejo en su elaboración, por lo límpido que la obra en sí representa.

Estas acuarelas que Miguel González presenta en el Círculo de Amistad, sin olvidar muestras anteriores, están llenas de nostalgia y recuerdos, ya que el pintor sabe dar ese punto de luz difusa que con color sutil desyerba la planta hasta escaldar los sentidos. Pinta así, con una miedosa luz de tenue recorrido, que nace para posarse en los elementos esenciales del cuadro como queriendo con su presencia conocer y dar riqueza a lo creado, es consolidar con arte la técnica de la acuarela.