Dos africanos internos en la cárcel Tenerife II acaban de recibir los sacramentos del bautismo y la confirmación, después de estar un año y medio asistiendo a la catequesis de preparación.

Uno de ellos es Djite, de 32 años, natural de Senegal, pero con nacionalidad de Guinea Bissau y musulmán de nacimiento. El segundo es Cristian, de 31 años, natural de Nigeria, muy cercano a la religión católica desde pequeño, pero no estaba bautizado.

Domingo Marrero, el capellán de la cárcel, explicó a este periódico que la Pastoral Penitenciaria en Tenerife "anuncia cada año catequesis para los reclusos que deseen recibir algún sacramento y manifestó que la mayoría se apunta con deseos de poder hacer la primera comunión y la confirmación, como fue el caso de estos dos africanos, que solicitaron formación cristiana, pero el caso singular es que ellos no estaban bautizados", indicó Marrero.

El sacerdote tinerfeño aseguró que encontró en estas dos personas "una motivación muy sana de querer encontrar a Jesús".

El día señalado para el bautismo fue muy especial en la cárcel.

"Tanto los capellanes de la cárcel como los compañeros comprobaron que fue una ceremonia muy emotiva, porque los dos que se incorporaban a la Iglesia vivían la liturgia con mucha intensidad y muy conscientes de lo que estaban haciendo", destacó.

Los dos nuevos catecúmenos fueron preparados por el catequista Carlos, un voluntario que es músico de profesión.

Djite, musulmán de nacimiento y practicante, se sintió atraído por la religión católica al llegar a la cárcel y empezó a participar en las charlas, donde conoció a Jesucristo.

"Era la primera vez que oía hablar de Jesús y me llamó la atención el amor, el perdón y la libertad en la religión católica".

Dijo que el musulmán también cree en un único Dios, "igual que el catolicismo".

Está casado y tiene dos hijos. Cuando comunicó a su familia la decisión de convertirse, no encontró ninguna dificultad: "Me han respetado", señaló.

"No soy patrón del cayuco"

Este africano llegó en un cayuco a la isla de El Hierro, hace dos años, el tiempo que lleva en el módulo de preventivos de la cárcel tinerfeña.

Manifestó su preocupación porque todavía no ha sido escuchado por el juez. Tiene ganas de declarar ante su señoría para explicarle que es inocente de lo que se le acusa. Forma parte de los seis presuntos patrones de su cayuco.

"Ha tenido que ser un error policial, porque yo no era el capitán de ese barco y pienso que no cabe en ninguna cabeza, porque es imposible que en un cayuco haya seis capitanes".

Apuntó que los policías "chantajearon a tres africanos de esa expedición para que señalaran a seis como presuntos patrones".

"Yo pagué 400 francos CFA para el viaje en cayuco, que salió de Guinea con 123 personas y se perdió, ocasionando que estuviéramos 15 días en el mar", explicó. "Cuando llegamos al puerto había dos personas muertas en la embarcación y otros dos compañeros de viaje fallecieron en el hospital".

Recalcó que venía "con la intención de buscarme la vida en Europa".

Estudió en Senegal, en un colegio estatal (francés), hasta los 18 años. Huyó de su país -Senegal- cuando la zona sur entró en guerra, reivindicando la independencia, y huyó a Guinea Bissau, donde logró la nacionalidad y se dedicó al comercio.

Es el mayor de ocho hermanos "y todos esperan que yo envíe dinero para mantener a la familia".

"Están muy preocupados por mí, sobre todo mis padres, que ya son viejos y están mal porque yo mantenía a la familia allí, y mis hermanos tienen salarios muy bajos".

Por su parte, Cristian, de 31 años, natural de Nigeria, dijo que desde pequeño conocía la religión católica "y me creía que pertenecía a ella, pero no estaba bautizado, ni tampoco practicaba". Lleva más de diez años en España.

"En mi país vendía ordenadores y los arreglaba, en la tienda que tenía, pero allí había poco futuro y vine a España, donde trabajé en la construcción".

Explicó que al llegar a la cárcel vio el letrero de las clases para la primera comunión y solicitó asistir a ellas "porque siempre me he sentido atraído por Dios y cuando me alejaba notaba que me faltaba algo".

Se entrevistó con el capellán para iniciar las clases y se dio cuenta de que no estaba bautizado.

"Ahora estoy muy feliz y la eucaristía me hace sentirme muy cerca de Dios". Puso de manifiesto su pesar porque sólo puede ir a misa una vez al mes, cuando le toca a su módulo.

Tiene poco contacto con los miembros de su familia que siguen en África y señala que ahora, " los miembros de la pastoral penitenciaria son también mi familia".

Agradeció la ayuda de Carlos, el catequista, "que me ha ayudado mucho".

"Estoy muy feliz por haber recibido estos sacramentos y doy gracias a Dios todos los días, porque me ha abierto el camino para poder bautizarme", apostilló.