LA IMAGEN popular que se ha conformado de los profesores, y que la Consejería de Educación nunca ha tenido interés en desmontar, nos atribuye un trabajo relajado, cómodo, con amplios periodos ociosos y retribuidos como futbolistas, poco menos. Pero la realidad del día a día de un docente no tiene nada que ver con esa imagen, y a la crudeza laboral que ya vivimos se le avecinan tiempos peores, por mor de los salvajes recortes presupuestarios, que vienen a sumarse a la gestión torpe y miope por la que recordaremos sin cariño a la consejera Milagros Luis Brito.

Las bajas por enfermedad de los profesores tardan una auténtica barbaridad en ser cubiertas. Un día de clase perdido para un alumno es demasiado tiempo perdido; qué daño no se estará causando a los estudiantes que pasan dos y tres semanas (o más) con horas muertas porque su profesor está enfermo y la Consejería no envía sustituto.

Ante una situación así, un docente con verdadera vocación antepone el interés de sus alumnos a su salud, y lo digo con el conocimiento que me da haber sido testigo de cómo profesores piden las altas voluntarias para reincorporarse a su puesto. Los padres, las madres, los ciudadanos en general, deberían saber de lo que son capaces, en el mejor de los sentidos, muchos de los profesores que dan clase a sus hijos.

En otros casos, es la Consejería la que presiona, a veces de forma claramente intimidatoria y agresiva, para que las bajas sean lo más cortas posibles, y el docente vuelva a dar clases a pesar de no estar totalmente recuperado. Porque no les importa jugar con la salud de las personas para ahorrarse lo que cuesta un profesor sustituto. En esta competición de "a ver quién recorta más" dentro del Gobierno de Canarias, Educación va camino de llevarse la medalla de oro (si bien hay que admitir que Sanidad puede arrebatarle el puesto, o que acaben ambas convergiendo: ese profesor que sale, derechito a dar clases, del hospital al que tuvo que llevarse hasta sus propias sábanas).

Y, poniéndole la guinda al amargo pastel del despropósito, tenemos el plan de sustituciones ideado dentro de la Consejería, que se suma con entusiasmo a la moda low-cost y cree que puede gestionar la educación de esa manera: a bajo coste. El plan consiste, resumiendo mucho, en que cada centro se las componga con sus bajas. Si te falta un profesor, echa mano del que tengas más cerca para cubrirle. Poco le importa a la Consejería que ese profesor tenga otras clases, otros alumnos, otras responsabilidades fuera de las aulas (en la administración y gerencia del centro, por ejemplo). Eso son detalles; con sobrecargar a un profesional, que ni siquiera tiene por qué ser de la misma rama de conocimiento que el sustituido, pagándole lo mismo, asunto solucionado. Y calladitos, no sea que la Consejería vuelva a ponernos a los padres en contra, como ya hizo cuando el conflicto de la homologación.

Desde el Gobierno de Canarias siguen pensando que la "apuesta" por la Educación puede fundamentarse en declaraciones grandilocuentes, que con eso basta para enmascarar un completo y desolador vacío de gestión. El presidente Rivero nos quiere a todos bilingües en 2020, pero si el profesor de inglés de su hijo tiene un infarto y necesita una baja laboral pretenden que el de Física y Química supla sus funciones. "And here peace and then glory".

Los recortes serán inevitables, pero no pueden cebarse en los maltratados profesionales de lo único que nos servirá para poner las bases de un mañana más próspero: la educación. Ojalá pudiéramos decir que si las autoridades educativas y el Gobierno de Canarias no quieren verlo es su problema; pero no, es nuestro problema, un problema de todos los canarios, de nuestros hijos. De nuestro futuro, en definitiva.